La semana política arranca tal y como terminó la anterior. Aun no se han apagado los ecos del ‘tsunami’ que supusieron los resultados electorales del 10-N, en algunos casos ya previstos por los sondeos que en esta ocasión afinaron más, aunque no con la suficiente intensidad en función de la fuerza política en la que pusiéramos el foco de nuestro análisis. Continuamos, días después, pivotando en torno a dos ejes: el primero, las negociaciones entre el PSOE y Unidas Podemos, a las que habrá que incorporar otras fuerzas para alcanzar la mágica cifra de los 176 escaños, imprescindibles en primera votación para la investidura de Pedro Sánchez… y en segundo término, sobre el hundimiento de Ciudadanos y la dimisión y abandono de la vida política de su ya exlíder, Albert Rivera, cuya disección pretendo hoy abordar junto con el futuro inmediato de la formación naranja.
¿Liberales? Esto es España…
No descubro ningún secreto a estas alturas si comienzo por decir que, en España, crear y consolidar un partido auténticamente liberal y digno de tal nombre, siempre fue una tarea ciclópea, solo comparable a los trabajos de Hércules. Casi una quimera. En las últimas décadas, a lo largo y ancho del período que abarca desde la Transición a la democracia hasta nuestros días, ha habido numerosos intentos. Desde el ahormado por aquel brillantísimo político, triste y prematuramente desaparecido, Joaquín Garrigues-Walker, hasta la famosa Unión Liberal, encabezada por líderes que no venían exactamente de la política sino del mundo empresarial, como José Antonio Segurado, que terminó integrándose en la entonces Alianza Popular de Manuel Fraga. Recuérdese la propia ‘Operación Roca’, uno de los mayores fracasos de la reciente historia política española. La encabezó uno de los ‘padres de la Constitución’, el político catalán Miquel Roca Junyent y no llegó a obtener ningún escaño en las únicas elecciones generales a las que concurrió: las de 1986.
Podemos encuadrar a la formación que hasta hace unos días presidía Albert Rivera en la mejor tradición liberal española, con muchísimo más éxito, eso sí, que las ya citadas porque hace apenas medio año consiguió llegar a convertirse en la tercera fuerza política en el Congreso de los Diputados, aunque sin tocar poder porque, por coherencia, su líder se había comprometido a no hacerlo a cualquier precio.
Un líder inspirador y diferente
Albert Rivera ha desarrollado un perfil de liderazgo muy peculiar. Difícilmente parangonable a otros más… ‘clásicos’, bien podría ser etiquetado sobre todo como inspirador y emocional en grado sumo, seductor hasta la médula recordando con sus discursos, gestos y maneras al mejor Adolfo Suárez. Han sido estas las condiciones más sobresalientes que le elevaron desde el principio al éxito más rotundo y que le han acompañado hasta el final de sus días durante toda su vida política.
Este joven abogado catalán llegó a la presidencia de Ciudadanos casi -o sin casi- por casualidad. Fue durante los convulsos meses de 2006, en los que la vida política catalana estaba cada vez más polarizada entre los nacionalistas -no todos se declaraban entonces independentistas- y los que no lo eran, aunque en aquella época no estaba tan extendido como ahora el término ‘constitucionalistas’. ‘Ciutadans’ era una plataforma social recién nacida e inspirada por un grupo de intelectuales como Françesc de Carreras y otros y con una suave inspiración socialdemócrata. En una de sus asambleas, casi por azar y porque se estableció un orden alfabético, le tocó hablar a Rivera. Y trazó un discurso tan vibrante que levantó a todos de sus asientos y les llevó al convencimiento, por práctica unanimidad, de que él y no otro habría de ser su líder.
‘Desnudo frente al mundo’… hasta que triunfó
Fueron comienzos muy duros; sin dinero, sin casi apoyos y acosados y amenazados por los radicales de la época… como hoy, pero con menos protección. Campañas en las que Rivera llegó a desnudarse para captar la atención de un electorado que no le conocía. Su audacia y valentía en el parlament, cuya estela siguió después Inés Arrimadas, condujo a superar, elección tras elección sus resultados electorales: de tres escaños a nueve… hasta llegar a ganar las elecciones autonómicas en 2017 con 36 parlamentarios, algo inédito para una fuerza ‘españolista’ en Cataluña.
En 2014, Ciudadanos, ya con tal nombre, da el salto a la política nacional y consigue la nada desdeñable cifra de 40 escaños en 2015 y 32 meses después, a pesar de que las encuestas -¡esas grandes enemigas del partido naranja!- les auguraban ‘la luna’. Este ha sido desde siempre uno de los grandes problemas del partido que hasta hace pocos días presidía Rivera: la permanente espada de Damocles de ‘morir’ de éxito’. Un nivel de exigencia sobredimensionado y algo manipulado desde instancias exteriores que trataba a veces de presentar como fracasos lo que no eran más que éxitos sucesivos. Como se ve, el líder no lo tuvo nada fácil nunca… ni siquiera cuando más alto brillaba.
Por el camino, Ciudadanos abandonó esas esencias socialdemócratas y basculó a la que sin duda siempre fue su posición natural y que tal vez ya nunca debió abandonar: un centro liberal en lo económico y progresista en lo social que sirviera de ‘bisagra’ para ahormar mayorías suficientes que aportaran estabilidad, ya fuera con el PP en Madrid o con el PSOE en Andalucía. Se ensayó incluso un intento a nivel nacional: el famoso ‘Pacto del Abrazo’ que podría haber conducido a Pedro Sánchez a La Moncloa en aquella primavera de 2015 y que fracasó por la negativa de Podemos a sumarse al experimento.
La necesaria salvaguarda de la centralidad… y la percepción social de un escoramiento a la derecha
Unos ejercicios de estabilidad que ahora todos dan por lo que siempre debió ser la obvia naturaleza de Ciudadanos tras el ‘tsunami’ del 10 de noviembre pero que muchos decían no entender entonces. Con el crecimiento de sus expectativas -en la primavera de 2018 algunas encuestas les presentaban como posible primera fuerza política- cuajó con fuerza el sueño de sustituir a un PP en declive como nueva referencia del centro derecha… y también eclosionaron las dos almas de la formación ‘naranja’. Algunos pensaron que Rivera perdió la centralidad y abandonaron ruidosamente el partido: Roldán, Nart y algunos otros se fueron haciendo todo el ruido que pudieron. No era ajena a la crisis el hecho de que los resultados de Manuel Valls -ex primer ministro francés de alma socialista pero ‘gran esperanza blanca’ de Ciudadanos en Barcelona para derribar a Ada Colau- fueran decepcionantes. Fue el mismo Valls que luego posibilitó la mayoría necesaria para que la regidora repitiera en su cargo y que criticó con dureza el hecho de que Rivera fuera ‘de la mano’ de la extrema derecha en algunos gobiernos locales y autonómicos conformados con el PP y el partido de Abascal.
La delgada línea entre el éxito y la derrota más estrepitosa
Las penúltimas elecciones, las del 28 de abril, fueron el éxito más rotundo en la carrera de Rivera. Las últimas, las del 10-N, su fracaso más doloroso y el que le ha empujado fuera de la política. Es fácil ahora cebarse con el caído; pero no me cansaré de destacar que uno de los mayores rasgos de grandeza de un líder es saber irse cuando le toca y por la puerta grande. Ha sido el caso de Rivera. Si no dimitió la misma noche electoral fue por poderosas razones que ya no viene al caso traer a cuento. Lo hizo doce horas después, en la mañana del lunes, y tanto da. Rodeado por todos los suyos, emocionado, abrazado y querido, Albert, como todos le conocen, dejó escrita en el aire una de las intervenciones más vibrantes e inspiradoras de su carrera. Dicen quienes le conocen bien que estaba ya cansado; que hacía un año que se planteaba dejarlo y dedicarse tal y como reconoció a su familia: a sus padres, a su hija, su gran pasión, a su pareja y a sus amigos: ‘Quise ser el presidente de todas las familias, y ahora me convertiré en mejor padre, mejor hijo y mejor pareja’… ‘devolveré a mi hija todos los fines de semana que me tocaba estar con ella y no estuve’. Sencillamente humano y completamente emocionante.
Toca ahora a Inés Arrimadas, que acaba de anunciar que se presentará a la carrera por la sucesión, recoger el testigo y conducir a Ciudadanos por una travesía del desierto que sin duda será dura pero que promete ser tan apasionante como hasta ahora lo ha sido su historia política. Surgen ya voces que apuntan que Arrimadas se parece demasiado a su antiguo ‘jefe’…que es una prolongación del propio Rivera. Eso está bien y es signo de que va por buen camino si empieza a ser contestada con argumentos que en mi opinión son pueriles. ¡Claro que Arrimadas puede parecerse a Rivera! Lo absurdo sería que se asemejara a Iglesias o a Sánchez.
Lo cierto es que el mismo hecho de poder pronto ser la única líder de partido mujer, para mi inmediatamente suma. Espero que no se malinterpreten mis palabras, la realidad es que estamos rodeados de líderes ‘enfermos’ de hiperliderazgo que con una gestión testosterónica de la política nos han llevado a cuatro elecciones generales en cuatro años por su incapacidad de diálogo e incapacidad de negociación.
Arrimadas tendrá que llevar el partido a una profunda reflexión de lo que quiere ser de mayor. Recuperar su centralidad manteniendo una posición firme e inflexible contra los nacionalismos, el independentismo pero a la vez contra la extrema derecha. Es evidente que los apoyos de Vox para gobernar en cuatro comunidades y en muchos municipios han pesado mucho en la derrota electoral.
A la vez tendrá que ejercer un liderazgo eficaz desde arriba abajo pero a la vez contar y mucho con la política y los dirigentes que están gobernando en este momento en toda España. No tengo dudas que Arrimadas sabrá hacer tesoro de todo lo mejor del liderazgo de Albert Rivera pero a la vez tener un liderazgo más dialogante y probablemente más inclusivo.
Le deseo la mejor de las suertes; a ella y a todos los hombres y mujeres que siguen siendo legión en España y que continúan creyendo que es absolutamente necesaria una opción de centro liberan que ayude a contener a los nacionalismos y a los populismos y que aporte estabilidad.
Ciudadanos TIENE FUTURO…¡por el bien del país!