EL ‘HOOLIGANISMO’ POLÍTICO SE TRASLADA DE ITALIA A ESPAÑA
Vivimos días muy complicados para la política española… again. Dos meses y medio después de que los ciudadanos pasáramos por la cita con las urnas, España sigue sin gobierno y sin visos de tenerlo, porque el presidente en funciones no es capaz de desenredar una situación endemoniada que amenaza con devolvernos, una vez más, a la casilla de salida y porque el resto de las grandes formaciones políticas siguen manifestando su incapacidad para entenderse y prisioneras de los ‘egos’ y la miopía de sus dirigentes.
¡Cuántas veces me habréis escuchado decir que uno de los grandes hándicaps de los españoles y sobre todo de sus representantes públicos es su incapacidad para entenderse, para pactar, para negociar y llegar a acuerdos satisfactorios para todos que, bajo la lógica premisa de cesiones mutuas, consigan un resultado común satisfactorio! A pesar de todo lo que dicen los manuales de la buena negociación y de cuanto repito en todas mis intervenciones hablando de lo mismo, los líderes españoles siguen sin entender la importancia y el contenido del ‘win win’, imprescindible en este tórrido verano en nuestro país pero que nadie parece dispuesto a poner en práctica.
Una investidura cada vez más incierta
Y es que, si todo va como parece, la investidura del 22/23 de julio -y del 25 en segunda votación- tiene cada vez más papeletas de resultar fallida. Sánchez y su guardia pretoriana amagan por lo demás, cada vez con la boca más grande, con apretar el ‘botón nuclear’ de una nueva convocatoria electoral para la que hay ya posibles fechas, con el calendario y los plazos legales en la mano: 10 o 17 de noviembre.
Lo último que tenemos, de entre el ramillete de noticias, rumores, intoxicaciones y ‘dimes y diretes’ que llenan los medios en estos días es una nueva reunión fallida entre Sánchez e Iglesias. El primero para conseguir el apoyo de 42 escaños de Podemos que tampoco le bastan por sí solos a cambio de unas vagas promesas de entendimiento programático y de ‘gobierno de cooperación’ (como si alguien supiera qué demonios es eso) y el segundo empecinado en ese aserto tan español y tan reaccionario de: ‘Qué hay de lo mío’… y lo suyo ha pasado, según dicen, de ser un Ministerio (de-lo-que-sea) a una Vicepresidencia. Nada menos. Sánchez y los suyos, que saben bien de la imprevisibilidad del personaje, responden que ni hartos de zumo de naranja. Como mucho, ministros independientes de gusto de los ‘morados’… ¡y ya!
El odio de la insatisfacción… ¡cuidado con el ‘hooliganismo’ político!
Se percibe, eso sí, un cierto cambio de dirección en la ‘aguja de marear’ de los ‘odiadores’ de guardia, que hasta hace nada vertían sus invectivas contra los ‘naranjas’ y su líder por no querer abstenerse en la investidura de Sánchez y que ahora dirigen su bilis en las redes contra los dirigentes y representantes de Unidas Podemos. La devoción a un partido está bien, pero cuando se convierte en sectarismo, comienza a preocuparme. No me gusta nada ese ‘hooliganismo’; nunca me gustó en mi país, y ahora tampoco en España. Creo que es una gangrena peligrosa que debe atajarse cuanto antes. Los de Rivera lo tienen claro; no van a traicionar a sus electores -4.200.000 en las últimas elecciones generales- a cambio de nada. No lo harán por mucho que presione la gran banca, el IBEX 35 y las grandes fuerzas que mueven la política europea… el ‘Sistema’, en una palabra. Por su parte, los de Podemos, tienen claro que no van a ser una herramienta necesaria para dar el poder de forma inmediata a un Pedro Sánchez que creen que enseguida se olvidará de ellos y comenzará a aplicar políticas que ellos tildan de neoliberales y que están convencidos de que, inspiradas por los empresarios y la banca, aguardan en un cajón preferente del despacho presidencial.
¿Ansia viva de algunos por volver al bipartidismo? Eso parece…
¿Y qué hace el PP mientras tanto? Pues frotarse las manos, me temo, ansiosos como están de una vuelta rápida al bipartidismo, se ‘beben’ los sondeos que les colocan -a costa de Vox y de Ciudadanos- como los grandes beneficiados de un hartazgo de la población que se intuye deseosa de volver a la seguridad de dos grandes portaviones que ‘ordenen’ la casa y eliminen del panorama incertidumbres y aventuras. Casado, en el colmo de la audacia, propone ahora a Sánchez la reforma de la Ley Electoral y la búsqueda de un modelo a la griega, que dote a los vencedores de 50 escaños más automáticamente. La ley ya prevé la posibilidad de aumentar de 350 hasta 400 el número de asientos de la Cámara Baja y el líder del PP está dispuesto a dejarse ‘ahorcar’ ahora para tal vez recoger beneficio dentro de cuatro o de ocho años, aunque hacer pronósticos a tan largo plazo en una situación tan líquida como la que actualmente vive España sea absurdo. El presidente en funciones, por su parte, no le va a la zaga, y habla sin recato en TVE de ‘tocar’ el artículo 99 de la Constitución para que no pueda haber minorías de bloqueo y para que, tal como ocurre en los Ayuntamientos, una insuficiente mayoría deba ser elegida por imperativo legal, evitando así bloqueos eternos. La propuesta estaría bien, si no fuera porque suena a oportunista y puesta en suerte ante la desesperación de un presidente, que quiere serlo YA a toda costa, pero que languidece prisionero de su ‘No es no’ de 2016, incapaz de salir de su laberinto.
Veremos si Sánchez encuentra su particular Ariadna, que le saque de este laberinto, o se lo lleva por delante el minotauro por su incapacidad para pactar.