CRISIS EN VENEZUELA, ESPAÑA Y LA GARANTÍA DE BORRELL

CRISIS EN VENEZUELA, ESPAÑA Y LA GARANTÍA DE BORRELL

En Venezuela, el futuro está por escribir. Espero, eso sí, que se haga de la forma menos dramática y dolorosa para su pueblo, aunque decir esto después de tanta hambre, muerte y sufrimiento, parece casi una ironía. Pero la historia nos demuestra que incluso las peores crisis políticas, sociales o humanitarias, son susceptibles de empeorar.

En un ejercicio de libertad que no puedo por menos de aplaudir, el que para muchos es desde el pasado mes de enero el presidente legítimo del país caribeño, ‘presidente encargado’ sería su denominación oficial, Juan Guaidó, ha ofrecido en las últimas horas una rueda de prensa en la que ha vuelto a reclamar elecciones libres y democráticas y ha continuado llamando a la movilización, en una ‘Operación Libertad’ que, según él, ya no tiene vuelta atrás porque ‘todos aquí están desesperados por el cambio’. El presidente interino, como también se le conoce, ha insistido en que el gobierno de Nicolás Maduro solo tiene dos opciones: reconocer su fracaso y el descontento del pueblo, o seguir radicalizándose ‘al máximo’. Y ha remarcado que ‘hay una cacería de brujas en el interior de las Fuerzas Armadas’, volviendo a invitar a todos los militares ‘a ponerse del lado de la Constitución’. 

De momento, Maduro, sigue respondiendo con apelaciones a la fuerza de la que dispone, cada vez más difusa, siempre respaldado por su ministro de Defensa, Vladimir Padrino, al que algunas informaciones apuntan como negociador a varias bandas junto con el propio Guaidó, y enviados norteameticanos, para un plan de ‘voladura controlada’ del régimen y una transición paulatina y en paz. Un plan que, siempre según informaciones recogidas en medios como el digital español El Confidencial, se habría visto alterado por la inexperiencia y precipitación del propio Guaidó, que se adelantó a lo negociado y se alzó por su cuenta el pasado martes en comunión con Leopoldo López.

López… ¿un líder revolucionario? ¿un luchador por la libertad? ¿un activista?

López, a quien muchos consideran como el auténtico mentor de Guaidó y el líder en la sombra de los acontecimientos que se están precipitando en los últimos días, ha vuelto a desafiar a Nicolás Maduro, en esta ocasión a las puertas de la embajada española en Caracas, y ha anunciado ‘más movimientos del sector militar’.

Esta terrible crisis, de resultado aún incierto, ha producido un terremoto político también en nuestro país. Era de esperar, desde el momento en el que López, cambiaba la embajada chilena por la de España, en su desesperada huida de los elementos del Servicio Bolivariano de Inteligencia que trataban ‘de darle caza’ tras la orden de detención emitida contra él por la justicia venezolana. La polémica ha sido doble.

Josep Borrell; un ministro templado y toda una garantía

Por un lado, la situación amenazaba con endiablarse cuando el gobierno de Maduro, que aún mantiene el control del país pero de forma ya agónica, no descartaba una entrada por la fuerza en la sede diplomática española, territorio inviolable, según el derecho internacional, aunque luego matizaba su postura gracias a la intervención del ‘canciller’ español, en su denominación iberoamericana, como explicaré después.

Por otro, en clave interna de nuestro país, la oposición recién estrenada tras los resultados del 28-A, Partido Popular y Ciudadanos, no han desaprovechado la oportunidad de cargar contra el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, por considerar un ‘activista’ a López.

Creo injustificada esta crítica, por centrarme en este último aspecto. Primero, porque Josep Borrell no ha calificado nunca de tal forma a Leopoldo López. Segundo, porque lo que ha dicho el jefe de la diplomacia española es algo bastante obvio: se acoge a López y se le protege -por el evidente riesgo que existe para su integridad física y la de su familia- pero no se le va a permitir que convierta la residencia del embajador español, Jesús Silva, en una especie de ‘base de operaciones’ en la que seguir conspirando contra el régimen de Maduro, porque esto sería un inexplicable torpeza -cuando no injerencia- desde el punto de vista político y porque complicaría mucho más la situación de nuestro país, ya de por sí difícil ante esta crisis. 

Borrell es hombre bregado desde hace décadas en el proceloso mundo de la política internacional, no en vano fue presidente del Parlamento Europeo- y conoce bien el estrecho sendero por el que debe transitarse en este tipo de crisis. Por ello, me parece muy injusto el trato que se le está dando desde el centro derecha de la política patria, sobre todo porque denota una gran cortedad de miras y una instrumentalización política de la terrible situación por la que atraviesa el país hermano que, sinceramente, sería digna de mejor causa.

El jefe de la diplomacia española, viene trenzando en los últimos días una labor diplomática de trazo muy fino; en las últimas horas ha tenido que desactivar la furia del gabinete de Maduro a la que me acabo de referir. Y lo ha hecho en una intensa aunque cordial conversación telefónica con Jorge Arreaza, su homólogo venezolano. Este, le ha traslado su malestar por las declaraciones de López a las puertas de la residencia de Jesús Silva, pero ha descartado, como no podía ser de otra manera, ‘medidas de represión diplomática’ -el uso de la fuerza, vamos-  contra nuestra legación diplomática. De ahí también las declaraciones, muy medidas, de Borrell. En opinión de Arreaza, López es un ‘conspirador de marca mayor’ y su activismo político desde la embajada resulta intolerable.

España y Venezuela, ha resumido el canciller venezolano, mantienen unas relaciones ‘bastante resistentes’, y así va a seguir siendo. Y yo, me siento orgulloso de que España esté representada en esta crisis por Josep Borrell porque esa es nuestra mejor garantía.

Continuaremos muy pendientes de los acontecimientos en las próximas horas y en los días venideros porque el equilibrio es tan delicado e inestable que todo puede saltar por los aires -esperemos que no- con tan solo producirse la más nimia imprudencia o precipitación por parte de cualquiera de los múltiples actores que juegan esta complejísima partida.

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