UN DEBATE MÁS ÁGIL, EMOCIONAL… Y DECISIVO
Si el primer debate generó una expectación sin precedentes, habida cuenta del elevadísimo número de indecisos que aún no han determinado su juicio final, el que tuvo lugar en la noche del martes en Atresmedia no le fue a la zaga, hasta el punto de que me atrevería a calificarlo, claramente, de infarto. Como esas finales de ‘Champions’ que se deciden a segundo partido y al filo del minuto noventa.
He de confesar que esta era, precisamente, mi primera duda: si el debate moderado por Vicente Vallés y Ana Pastor iba a ser una pura segunda vuelta u otra cosa completamente diferente. Los organizadores ya nos habían avisado que diferiría notablemente del que moderó Xabier Fortes en TVE; menos encorsetado, menos institucional y mucho más flexibles, con réplicas y contrarréplicas que nos hicieran pensar que lo que de verdad veríamos sería eso, un debate, y no una sucesión de monólogos cronometrados al segundo.
Más titulares y menos corsés… desde el principio
Desde el primer minuto la despejé; no me cupo ninguna duda de que el combate dialéctico iba a discurrir por otros derroteros. De entrada, más periodístico, porque ya desde la primera intervención de cada candidato, afloraron a borbotones los titulares. Desde la primera afirmación de Pedro Sánchez: ‘ Mis planes no son los de pactar con un partido ( Ciudadanos ) que ha establecido un cordón sanitario al PSOE… queremos ganar estas elecciones y para ello pedimos concentrar el voto en la única opción que puede frenar a las derechas’ a la de Albert Rivera, que preguntado con mucha intención por uno de los moderadores sobre por qué establecía cordones en torno al PSOE y no a Vox, basándose en el nuevo gobierno andaluz, aclaraba que Ciudadanos no pactará con quién quiere liquidar España y aclaraba que en Andalucía gobierna el PP con la formación naranja, no Vox. Casado se unía al arrollador tono inicial recodándole al presidente el apoyo recibido de Otegui, ‘Un experto en secuestros’, según el líder del PP. La cosa, prometía desde el principio.
A lo largo del primer bloque, en teoría el más técnico porque de economía, empleo y pensiones se trataba, se iba perfilando aún más este tono que pasó inmediatamente de ser dinámico a ser bronco, y en muchas ocasiones, faltón. Hubo insultos de unos a otros durante todo el debate. Tal y como me temía, Casado se pasó en algunos momentos de frenada, para recuperar el terreno perdido el lunes, y Sánchez no le fue a la zaga. Tal fue la sensación que, en varios momentos de griterío generalizado, el tono calmado y ‘sobreactuadamente’ profesoral de Iglesias le hacía parecer, al líder de Podemos, de otro planeta.
Ni con esta gresca que describo en cualquier caso fue una parte precisamente entretenida; aunque sí se abordaron asuntos que en teoría interesan a los ciudadanos. Casado exhibió, como hace habitualmente, gráficos que demuestran que durante los gobiernos socialistas ha crecido mucho más el paro que durante los gobiernos populares (en los que, según él, siempre se ha creado empleo). Un dato que fue reiteradamente discutido por el líder del PSOE: ‘Ustedes son una máquina de fabricar parados’, llegó a decirle el líder popular. Sánchez se defendía atacando por igual a ambas ‘derechas’ y acusándolas de querer imponer el ‘contrato único-basura’. Rivera cerró este turno imponiendo algo de cordura al remarcar que ‘azules’ y ‘rojos’ miraban al pasado, y él solo al futuro: ‘Yo propongo un contrato único indefinido’, prometió el líder naranja, algo más acelerado que en el primer debate.
El debate era ya a tumba abierta porque Casado no se olvidaba de darle un palo también a Iglesias: ‘Usted lo que quiere es el modelo de Venezuela’. El de Podemos, ni aún con estas, se inmutaba. Parecía budista.
Interesante resultó el curioso cruce de acusaciones acerca de si Podemos quiere o no abolir la propiedad privada. Era el punto en el que Casado anunciaba que, si gobernaba, la policía podría expulsar a los ‘okupas’ en 24 horas e Iglesias denunciaba la dificultad de los jóvenes para acceder a una vivienda. Tanto se elevó el de Podemos que citó a un ministro de vivienda de los años sesenta, José Luis Arrese, falangista, que según dijo era el inspirador del modelo actual de Casado. Era tan fácil rebatir al líder de Podemos atacándole con su famoso chalet de Galapagar que tanto Rivera como Casado debieron sentir piedad, y no lo hicieron.
Bloques programáticos y de pactos: una mina de ‘rifirrafes’
Hubo varios rifirrafes destacables ya a partir de la segunda mitad del debate; tal vez el más divertido -y que quedó en tablas- fue cuando Rivera ofreció a Sánchez: ‘Un libro que no ha leído’…¡Su propia tesis! Sánchez, como si hubiera adivinado la intención de Rivera, le ofreció a su vez el libro de Sánchez Dragó y Abascal. Empatados. Fueron varios, y algo ridículos, los momentos en los que el presidente del Gobierno trató de equiparar al líder de Ciudadanos con la ultraderecha. ¡Lo que ha quedado claro es que Sánchez ‘odia’ políticamente Rivera!. Del famoso ‘Pacto del abrazo’, no ha quedado NADA.
Más rifirrafes de interés, aunque algo desagradables, fueron llegando en los siguientes minutos. Especialmente hosco resultó el relativo al maltrato; era innecesario que Sánchez tratara de presentar implícitamente a las derechas como generadoras o permisivas con estas conductas. Rivera tuvo que recordar a cambio al líder socialista que el PSOE no tiene la exclusiva ni del feminismo ni de la lucha contra la violencia machista puesto que en sus 21 años de gobierno no ha desaparecido esta lacra.
Fue notable el empeño de iglesias por ofrecerse, lo hizo en varias ocasiones, como socio necesario para Sánchez: ‘El único’… y repetitivo y cansino el requerimiento de que afirmara que en ningún caso va a pactar con Ciudadanos. Sigo insistiendo en que esa es una pregunta para Rivera, que lo ha aclarado ya en todos los idiomas, no para el presidente. Casado tuvo que quejarse, casi amargamente, en algún momento de que a él era al único al que no le preguntaban con quién iba a pactar.
La comunicación no verbal no engaña. Y la peor, fue la de Sánchez
A Sánchez le traicionó, sobre todo en el último tramo, la gestualidad. Cada vez que recibía acusaciones -algunas de calado muy grueso- torcía la boca y alzaba el mentón, con una mirada fija de extremada dureza. ¡Solo con eso no basta, presidente! Hay que responder… y mirar al interlocutor. Rivera, que percibía esa incomodidad, se empleaba a fondo, y volvía a preguntar al líder del PSOE si dimitiría si los tribunales fallaban contra los acusados de los ERE andaluces. Sánchez cometía el error de ni dirigirse a él, sino a Vicente Vallés, y lejos de contestar, ponerse a hablar de sanidad. Casado en este tramo, se agazapaba, sabiendo que el líder ‘naranja’ se estaba llenando en exceso de balón, interrumpiendo continuamente, y él había subido notablemente su tono respecto al primer debate. Tanto que algunas webs comenzaban a darle como ganador del debate.
En mi opinión, el presidente decepcionó; perdió la cara ostensiblemente, mucho más que la víspera, aunque cierto es que su objetivo no era ganar votos sino no perderlos. Tanto Casado como Rivera estuvieron, por momentos, soberbios, con duros ataques al jefe del Ejecutivo al que habían sacado de sus casillas claramente, mientras disputaban entre ellos esa reñida lucha por la primogenitura, y en cuanto a Iglesias, estuvo muy sereno y alejado del tono crispado y duro de los otros tres candidatos, seguí viéndole perdido, ¡ya sabéis que me gusta más el Iglesias duro y apasionado ! Hablando solo para los suyos e impostando un tono que, de puro educado, resultó cursi’… y poco creible. Uno no puede disfrazarse de lo que no es y anoche, Iglesias, volvió a hacerlo.
Lo mejor, siempre al final
Lo mejor sin duda fue el minuto de oro. Aquí ya no hubo teatro y sí emoción y fibra; la que tienen que tocar los líderes para convencer a ese cuarenta por ciento de indecisos a los que, no me cabe duda, estos dos debates habrán ayudado mucho a formarse una opinión más fundada sobre unos y otros. ¡Bravo por la democracia y bravo por los debates!