VENEZUELA, EN SU HORA MÁS CRUCIAL
La vertiginosa sucesión de acontecimientos, a los que hemos asistido atónitos en los últimos días en torno a la situación en Venezuela, ha vuelto a poner de manifiesto la fragilidad de los actuales equilibrios en el complejo engranaje geopolítico internacional, dominado por los populismos y la incertidumbre.
Por lo que se refiere a España, la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente, ha sorprendido con el pie lamentablemente cambiado a nuestro Gobierno. El Ejecutivo de Pedro Sánchez, en un ejercicio de equilibrio y diplomacia que yo sí considero digno de elogio, ha ido haciendo virtud de la necesidad y se ha alineado, como no podía ser de otra manera, con la posición común de la UE de los 27. Digo 27, sí, porque el Reino Unido, una vez más, ha preferido hacer la guerra por su cuenta y reconocer sin ambages al nuevo jefe del Ejecutivo venezolano, de la mano de los EEUU y de Canadá.
La UE, de una forma que hasta el momento está siendo, a mi entender impecable, ha preferido la prudencia no exenta de firmeza, dando un ultimátum a Maduro -que este por supuesto ha rechazado- para que convoque elecciones… libres y democráticas.
¿Legítimo o ilegítimo?
Aunque ya se ha se ha hecho estos días, no es menor recordar el meollo legal de esta cuestión; el nudo gordiano que determina si Guaidó es o no un golpista: el artículo 233 de la Constitución venezolana que determina que si un presidente no es legítimo -algo que sostiene la oposición y la mayor parte de la comunidad internacional tras las fraudulentas elecciones de mayo pasado- el poder debe ser asumido por el presidente de la Asamblea Nacional. Existen modulaciones en su interpretación, pero es evidente que esa lectura legal es a la que se han acogido todas las potencias que, como fichas de dominó, fueron reconociendo, en algunos casos desde el primer momento, al nuevo poder. Desde un Donald Trump, con una sospechosa diferencia de escasos minutos desde la autoproclamación, a todos los demás que lo fueron haciendo a continuación.
Nuevo campo de batalla para la política española… por si eran pocos los frentes abiertos.
Volviendo a España, el terremoto político que ha producido esta crisis no es menor. Desde Podemos e IU, que se han quedado solos en su condena a Juan Guaidó y a la oposición venezolana, a los que consideran títeres de los EEUU, hasta el PP y Ciudadanos, que siguen rivalizando por capitalizar la general simpatía de los españoles con unos venezolanos que sufren exilio, hambre y miseria desde hace ya demasiados años.
Pedro Sánchez, su gobierno y su partido, han tratado prudentemente, como digo, de navegar entre esta marea de maniqueísmos en la que o se está con los unos o con los otros sin término medio. Se ha hecho bajo la experta y firme batuta de Josep Borrell, creo que con mucho acierto.
¿Tramposos? ¿Quién miente más? ¿Maduro o la oposición?
En las últimas horas los acontecimientos han dado un giro sorprendente con el conocimiento público – y el reconocimiento por parte de Guaidó – de una reunión en la que habrían participado él mismo y algunos miembros de su equipo con oficiales del Ejército venezolano y con el propio Diosdado Cabello, número dos del régimen de Maduro. Según el autoproclamado ‘presidente encargado’, se trató de un encuentro para establecer las pautas de lo que deberían de ser unas nuevas elecciones generales. Las imágenes, grabadas por una cámara de seguridad, están siendo utilizadas profusamente por el régimen chavista para desacreditar a Guaidó y los suyos y para dividir a la oposición, pero en mi opinión dejan con el trasero al aire a las dos partes, en un enloquecido y surrealista juego de espejos, de verdades a medias y de engaños.
Maduro…tic, tac…
Lo cierto es que, aunque quienes aspiran a quedarse con el poder en el país caribeño -con el reconocimiento de la legitimidad de su parte- tengan el respaldo de casi todo el mundo libre y desarrollado -salvo Rusia, China, México y ya, con menor importancia Cuba o Bolivia- aún no controlan, como es natural, ni un solo resorte del aparato del Estado.
Esto, bajo mi punto de vista, es solo una cuestión de tiempo. Por mucho que invoque y reafirme que la legitimidad es suya, Nicolás Maduro es ya un producto político totalitario con fecha de caducidad. No es que EEUU, Canadá, Argentina o el Brasil del ultra y xenófobo, Jair Bolsonaro le hayan retirado explícitamente un apoyo que era evidente que no le profesaban… es que la Unión Europea se ha encargado ya de poner en almoneda al heredero de Hugo Chávez al que el apoyo del ejército, siempre ocurre igual, le va a durar lo que el agua en una cesta, conforme transcurran los días.
No es menor recordar en este punto que el 96 por ciento del petróleo venezolano es adquirido por… ¡los EEUU! y que, en cuanto esto deje de ser así, la voladura final de la economía de un país asolado por una inflación de un 10.000.000 por ciento, será solo comparable a la de la implosión de la Alemania de Weimar en 1932. En aquel país, sobre el que se cernía ya la criminal garra del nazismo, los ciudadanos trasladaban los fardos de billetes de marcos en carretillas que valían más que el propio dinero transportado.
Espero que las próximas semanas, o mejor días, traigan la sensatez a las autoridades del país hermano y a todos los responsables internacionales. Que Maduro asuma que está solo y que no puede seguir ya al mando, salvo con más sufrimiento y represión. Y que el próximo presidente de TODOS los venezolanos no se convierta en un títere de los EEUU y de Donald Trump y sea un gobernante justo y equilibrado para volver a hacer de Venezuela lo que siempre fue: una gran nación.
Inestabildad mundial: un riesgo indeseado e indeseable
Pero mientras eso ocurre, el embrollo legal y diplomático está servido; es evidente, a día de hoy, que el tema de Venezuela ha dividido al mundo con una fractura que nos recuerda a los períodos más oscuros de la guerra fría, con los EEUU y la UE -con alguna reserva- por un lado y China y Rusia al otro. Salvando las diferencias de momento histórico pudiera repetirse un escenario parecido la crisis de los misiles de Cuba, en 1962, cuando el mundo estuvo al borde de un conflicto nuclear.
El escenario ha cambiado y el bloque comunista ha dejado de existir y lo único que queda son esas repúblicas bolivarianas‘ que intentan mantener desesperadamente y con respiración asistida esa utopía, disfrazando con populismos lo que de facto son dictaduras, como es el caso de Venezuela. Maduro ha reducido al hambre a su país, obligando a huir a más de tres millones de venezolanos. Se habla poco, en este punto, de que la auténtica razón por la que Maduro sigue en el poder hasta la fecha es porque ha regalado el país a China, a Rusia y a su propio ejército.
Maduro, el único culpable real
Putin acusa a los EEUU de violar los principios de la legalidad internacional y sinceramente, suena a chiste. El único que se ha saltado esa legalidad ha sido Maduro, y lo hizo en aquellas elecciones de mayo pasado, que casi todo el mundo tachó de fraudulentas y cuyo resultado no reconoció casi ningún país. Si Juan Guaidó es listo y bien asesorado sabrá apoyarse en la ONU en los países del Grupo de Lima y con el respaldo de casi todo el mundo, tendrá camino llano hasta las elecciones. Mientras tanto tenemos que prepararnos para un periodo oscuro en el cual las diplomacias internacionales tendrán que trabajar para evitar más derramamiento de sangre. Yo excluyo por completo un escenario de Guerra civil, Maduro es un cobarde que está preparando su refugio dorado, ya veremos dónde.