¡NO JUEGUEN CON LAS MUJERES ASESINADAS SEÑORES POLÍTICOS!

LAS INACEPTABLES EXIGENCIAS DE VOX. ¡NO JUEGUEN CON LAS MUJERES ASESINADAS SEÑORES POLÍTICOS!

Mientras en Brasil el fascista Bolsonaro ha nombrado a la fascista además de idiota Damares Alves,  que ha estrenado su mandado a cargo del Ministerio de Mujer, Familia y Derechos Humanos celebrando de forma vergonzosa y patética  una “nueva era” donde “los niños visten de azul y las niñas de rosa” en España arrecia la polémica alrededor de la ley sobre violencia de género obstáculo para la formación del gobierno en Andalucía. 

Me precio de ser uno de los primeros analistas que advirtió, desde el “minuto cero” de la hecatombe socialista andaluza, que muy largo lo fiaban todos cuantos decían que el desalojo del PSOE de San Telmo estaba hecho y que la constitución de un “tripartito derechista-ultraderechista”, en cualquiera de sus posibles fórmulas, (con Vox dentro o fuera del ejecutivo regional, con pacto de gobierno, de legislatura o solo de investidura) sería coser y cantar. Y tal cual lo esbocé, así ha ido sucediendo.

Primero tuvimos las semanas de “postureo”; con los remilgos de Ciudadanos a “contaminarse” juntándose con la extrema derecha verde y haciéndose fotos por las estaciones con los líderes andaluces de Podemos e Izquierda Unida, hasta que llegó el previsible pacto. Las 90 medidas acordadas entre los de Moreno Bonilla y Marín y que, según dicen, son inamovibles. Ahora, era también de esperar, tenemos un grupo de 12 diputados que, serán muchas cosas: fascistas o fascistas “ma non troppo”, ultraderechistas o solo derechistas un poco más escorados que el “PP new age made in Casado”… lo que cada uno, en función de su sintonía ideológica, quiera considerar… pero que, desde luego, no son idiotas. Y que reclaman algo que, desde el punto de vista de la fontanería política y del sentido común nadie podía no esperar que hicieran: “si nos necesitan, que no hagan como que les damos asquito… y que se retraten”. Ningún líder de Vox lo ha expresado de forma tan escatológica… pero casi. Santiago Abascal lleva días llenando su ‘tuitline’ de mensajes pidiendo respeto para su formación y exigiendo que se les escuche. Nada más. ¡Hombre!, la petición del político vasco tiene “trampa” porque lo que en realidad busca es una foto que rompa en pedazos ese cordón sanitario que se pretende crear en torno a ellos. Y me temo que la acabarán consiguiendo; pero no con su última, torpísima e inaceptable exigencia: la de la retirada de subvenciones a asociaciones que luchan contra la execrable lacra de la «violencia de género».

Una exigencia intolerable e irrealizable.

Se trata de una propuesta que, además de abyecta, es torpe. Aunque consiguieran su propósito en Andalucía, no podrían soslayar el cumplimiento de la ley que existe a nivel nacional. Pero creo que, en realidad, la propuesta de los de Abascal y Serrano, matizada horas después por el propio exjuez, no es más que una demostración de “paquete”, nunca mejor dicho, para evidenciar que sin su permiso se rompe la baraja y los andaluces podrían tener que volver a las urnas en marzo. Aunque me conste que realmente ese lado cavernario existe y es real en esa formación, de rancio y trasnochado olor a un pasado en blanco y negro que nunca volverá. Vox está ejecutando milimétricamente su jugada, y de momento, aunque me pese reconocerlo, no les está saliendo mal, a pesar de que este último posicionamiento sea un error de los que persiguen a una formación durante años, igual que ha perseguido a los de Podemos la etiqueta de «chavistas» hasta hoy mismo, a pesar de sus declaraciones contrarias al régimen de Maduro de los últimos meses. 

Lo que pretenden los nuevos “ultras” andaluces es evidenciar que el espacio de derechas es solo suyo. Y el resto, Pablo Casado básicamente, no son más que sucedáneos. Siendo esto así de evidente, el mayor peligro ahora está entre las filas del PP: ansioso de no perder ese espacio de «pura derecha pata negra», con sus constantes y posibilistas guiños hacia los «verdes», juega con fuego. Esa imagen de derecha moderna y para nada ultramontana que había conseguido bajo el liderazgo de un Mariano Rajoy y una Soraya Sáenz de Santamaría, liberal, abierta y receptiva a la evolución y a los cambios sociales puede saltar por los aires: ya lo hizo un poco con la resurrección de la momia política de Aznar por parte del nuevo y joven líder Casado en cuanto alcanzó poder en su partido, y lo vuelve a hacer ahora por tener que plegarse sumisamente a una exigencias que estoy seguro no comparte el 99 por ciento de la sociedad española. El grave problema de los de Casado y Bonilla es que, si los imprevisibles diputados de Vox se cabrean, lo de «sentirse despreciados» podría no ser solo una pose sino una posibilidad real de sacar los pies del tiesto. Y sus votantes (los del PP) no les perdonarían unas segundas elecciones andaluzas, de incierto resultado -porque en ellas SÍ que se produciría una masiva movilización de los votantes socialistas- y al PP se le escaparía la única posibilidad real que ha tenido en cuatro décadas de echar al PSOE del gobierno andaluz. Susana Díaz se frotaría las manos. Una complicada encrucijada a la que tampoco es ajena Ciudadanos.

¿La “veleta naranja”?

Así la ha llamado alguna vez Pablo Casado y así se refiere ahora a los de Rivera Santiago Abascal. El partido naranja, que ayudó con su apoyo parlamentario en la última legislatura a Susa Díaz a gobernar, se debate ahora entre no perder una pátina de ‘progre’ cada vez más desvaída entre su propio electorado y el ajeno y estar en esa foto que para ellos es la imagen de la vergüenza: la de Juanma Moreno, Juan Marín y Francisco Serrano, el hombre de Abascal, sentados en torno a una mesa, en amor y compañía. Por no hablar de sus contradicciones internas porque la exigencia de Vox de sustituir la Ley contra la Violencia de Género por otra más global contra la «Violencia Intrafamiliar»… era una petición de los de Albert Rivera hace muy poco tiempo. Repasen las hemerotecas… ¡cuánto oportunismo!

¡No jueguen con las mujeres asesinadas, señores políticos!

La violencia machista, el sadismo criminal de muchos hombres contra sus parejas, sus exparejas y en algunos casos sus propios hijos, es un asunto de tal gravedad que no merecería ser banalizado ni un solo minuto por parte de ningún partido y mucho menos ser objeto del mercadeo politiquero de medio pelo. Lo que hacen falta son más medios, más recursos, más partidas presupuestarias y más conciencia social, si cabe, y mucha más pedagogía para colocar definitivamente a la mujer en el puesto que merece en la sociedad. Y conseguir que no haya una sola víctima más a manos de ningún neandertal. Como dejaba sentado, de forma clara y rotunda la vicepresidenta Carmen Calvo en la mañana del viernes, este es un asunto que no es debatible. Punto y final.

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