Tres semanas y media después del ya histórico 2-D andaluz, el panorama político en aquella comunidad ha quedado, definitivamente despejado. Gobernará en centro derecha. ¿Mandará y cuanto?… la extrema derecha. Lo iremos viendo.
Los socialistas han encajado, es lógico, mal su salida del Ejecutivo autonómico. Han sido 37 años de ser dueños y señores de la mayor autonomía de España… y eso duele. Han bautizado el acuerdo entre el PP, Ciudadanos y ‘Vox’ como el del ‘Pacto de La Vergüenza’. Y desde el primer día, jueves 27, día de constitución del parlamento andaluz, han tratado, y esa será su tónica, de desacreditar, sobre todo, a Albert Rivera, para disputarle un espacio de centro-izquierda que, por lo demás, al líder naranja, no parece interesarle ya en absoluto. Tal como me parecían lamentables las críticas a la moción de censura y al Gobierno Sánchez igualmente me parece que carece de sentido llamar este pacto de gobierno como ‘Pacto de La Vergüenza’.
Resumen de una negociación: mucho ruido, ‘postureo’… y componenda final.
Han sido 25 días de ruido -y tal vez algo de furia por parte de todos, cada uno contra sus más directos contrincantes- que al final han dejado trazada en la futura aritmética parlamentaria la única solución posible, so pena de que alguno de los actores, o varios, hubieran querido arriesgarse a repetir las elecciones en marzo. Al final, se ha impuesto la salida más factible posible, que ya se verá si es la mejor.
La futura presidencia de la Junta de Andalucía será para el popular Juan Manuel Moreno Bonilla. La sesión de investidura está prevista en torno al día 16 de enero. La del parlamento autonómico será para la diputada de Ciudadanos Marta Bosquet. La ‘primogenitura’ del futuro ‘bipartito’ andaluz, quedó despejada en la tarde del miércoles 26, cuando Juan Marín admitió por primera vez que su aspiración al sillón que hasta ahora ocupaba Susana Díaz, no sería un obstáculo.
El postrero ‘enredo’, que tuvo entretenidos en las últimas jornadas a los líderes andaluces fue la pertinencia o no de ‘hacerse la foto’ con ‘Vox’, y admitirles en la coyunda final de liberales y conservadores. Los complejos partían de Ciudadanos, cuyo candidato Juan Marín se hacía una ridícula foto el día de Navidad con las cabezas de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo. Una foto con la pretendían ‘sacudirse’ el ‘polvo filofascista’ que podía salpicarles por el hecho de cabalgar junto a los de Santiago Abascal. La estrategia provocó cierta rechifla general, porque el intento de no perder la etiqueta ‘progresista’ no casaba con la necesidad de aunar -al menos la abstención de ‘Vox’- si querían desalojar al PSOE de San Telmo. Y lo digo yo, que no soy sospechoso precisamente de ser ‘fan’ de ‘Vox’, sino todo lo contrario. Salió tan mal que los de Abascal y Serrano amenazaron con no prestarse al pacto… y Ciudadanos tuvo que agachar las orejas. Tanto que, esa misma tarde del festivo día 25, Marín tuvo que llamar al candidato de la formación ultraderechista. Al final, todo fue ‘postureo’.
Respecto a la composición de la Mesa, a la presidencia de Ciudadanos se han unido las vicepresidencias para el PP y el PSOE – Podemos ha decidido quedarse fuera- y tres secretarías -PP, PSOE y ‘Vox’- .
El asunto no era menor porque el presidente del parlamento, en este caso la presidenta, es quien debe efectuar la ronda de consultas y proponer al candidato o candidata a la presidencia de la Junta… con la expectativa de que cuente con los apoyos aritméticos necesarios. Hasta hace nada, Susana Diaz seguía sin apearse de su patética intención de presentar su candidatura, aún sabiendo que necesitaría 55 escaños y no sumaría más que 50: los suyos y los de Podemos. Parece que la ‘lideresa’ más perdedora de la historia del PSOE no querrá someterse al ridículo, aunque hay voces que sugieren que lo haga para forzar una nueva foto de ‘fraternidad’ entre Ciudadanos y ‘Vox’, ambos a una, apoyando a Moreno Bonilla.
La sesión de constitución del parlamento tuvo mucho de previsible y algo de surrealista, sobre todo en la ‘juerga’ de los juramentos: los diputados de Podemos lo hacían ‘por imperativo legal’ a lo que los de ‘Vox’ reaccionaron haciéndolo ‘por España’. La legislatura prevé ser movida, como se ve.
Los actores de la negociación: sus puntos fuertes y sus debilidades. Aciertos y errores.
Debo comenzar este apartado haciendo referencia al futuro presidente de la Junta: Juan Manuel Moreno Bonilla. Parecía no contar con carisma suficiente, pero ha hecho una excelente campaña.
Ha superado en los últimos meses y, sobre todo, en las últimas semanas, su aparente falta de apoyos en ‘Madrid’ (recuérdese que era el ‘hombre de Soraya’ en Andalucía y ahora, la ‘ex-vice-todo’ ya no está, y manda Casado. Bonilla supo granjearse su confianza, y conseguir que el presidente del PP se implicara a tope en su campaña.
Paradójicamente, siendo el candidato del PP andaluz que más votos y escaños cedió el 2-D, gobernará. Así es la política; Javier Arenas en cambio, en 2012, ganó y no gobernó.
En todo el proceso, Moreno Bonilla ha demostrado una excelente mano negociadora; no cayó en la trampa de verse acomplejado por el mensaje socialista, pretendidamente ‘deslegitimador’ de que gobernará con la extrema derecha y ha sido posibilista, hablando con todos. La política es eso: pragmatismo.
Su más que probable vicepresidente será Juan Marín: el candidato de Ciudadanos. Un hombre que partía con tal falta de carisma que se veía obligado en los carteles electorales a fotografiarse con Albert Rivera e Inés Arrimadas. Su delicada posición -entre los complejos de no ser agrupado entre ‘las derechas’ y la necesidad de cara a sus votantes de posibilitar el cambio en Andalucía- se transformó, de una debilidad, en una herramienta de poder. La aritmética, qué duda cabe, le favorecía, pero como cuando recibes buenas cartas en el Mus o en el Póker, debes saber jugarlas.
Marín cometió errores de bulto, no en la campaña, pero sí en estas semanas de ‘interregno’. El mayor, la foto de la estación de Jerez… su cara al ser ‘pillado’ era todo un poema. Pero será vicepresidente de la Junta. Los caprichos de la política. Pero debo destacar que fue hábilmente ‘teatrero’ en el proceso negociador, sabiendo mantener ‘el doble discurso’, el público, para no perder la cara ante sus votantes y los medios y el privado, para conseguir el objetivo común: echar a Díaz. La fortaleza más clara de Marín, la que más ha hecho valer, es ser el único (exceptuando ‘Vox’, que no existía) que creció en votos y escaños… ¡casi ha triplicado!
A la oposición pasará la cabeza de ‘Adelante Andalucía’, Teresa Rodríguez.
Poco se puede comentar de la líder andaluza de Podemos. Lo dije y lo repito: hizo una buena campaña, es una buena política, ahora, y lo será más en el futuro. Pero los números son los que son y sus 17 escaños no han sido suficientes para mantener a la izquierda en el gobierno andaluz. Una lástima. Sus resultados tampoco fueron buenos; esperaban más… me consta. Pero la irrupción de la ‘ultraderecha’, como caballo en cacharrería, desbarató el mapa parlamentario.
Poco margen le ha quedado a la otrora carismática ya casi ex-presidenta de la Junta. Es evidente que Susana Díaz ya tenía la ‘pólvora mojada’, que ya NO era la líder inspiradora de hace años. Y que ha encajado mal la derrota. Esto es una debilidad, sobre todo si aspira a rehacer algún día su carrera política, tal vez a la espera de una hipotética caída de Sánchez.
Su única ‘fortaleza’ vendrá, lo he insinuado más arriba, si acepta la situación y no se somete al ridículo de presentar su candidatura, para ser revolcada en público. Si lo hace, mostrará un último gesto de altura. Aunque no estoy seguro de que aguante cuatro años en Sevilla como jefa de la oposición sin intentar un nuevo asalto a la política nacional.
Cierro estas reflexiones, resumen del ‘contubernio andaluz’, con dos apuntes sobre los líderes de ‘Vox’: Santiago Abascal y el candidato Francisco Serrano. Les agrupo porque han seguido, todos sus representantes, una estrategia común, que les ha dado réditos políticos; al final, han hecho valer la fuerza de sus doce escaños y han conseguido superar el ‘cordón sanitario’ que querían imponerles.
Su fortaleza será la habilidad de ser necesarios para el futuro gobierno ‘sin mojarse’. Podrán estar ‘al plato y a las tajadas’. Criticar cuando les convenga al dueto Bonilla-Marín y apoyarles cuando les venga bien. Su debilidad; la permanente vigilancia de todas las fuerzas democráticas sobre sus perfiles más ‘ultras’ y ‘xenófobos’.