EL REY PIDE CONSENSOS FRENTE A LA DIVISIÓN, Y ELOGIA LA CONSTITUCIÓN COMO PILAR DE CONVIVENCIA.
Crispación, división, enfrentamiento… división, frente a la concordia de 1978. Es el escenario que el jefe del Estado ha manejado durante la práctica totalidad de los 14 minutos que ha durado su discurso. Una situación frente a la que ha pedido, sobre todo pensando en el legado que la actual generación de dirigentes va a dejar a nuestros jóvenes, unidad, concordia… por encima de las distintas y distantes opiniones e ideologías. Es obvio que el Monarca se refiera a la actual foto fija del panorama político en particular, y de España en general. División y enfrentamiento político y división y enfrentamiento territorial… aunque me ha sorprendido que, en este último aspecto, n o haya pronunciado la palabra Cataluña. Obviamente, el discurso estaba diseñado con un enfoque constructivo y a lo largo del mismo, don Felipe ha ‘amagado’ sin llegar a ‘dar’ de lleno. Sin duda no quería contribuir, él mismo, a generar una mayor crispación.
La Constitución; pieza clave de nuestro consenso y nuestra convivencia.
En ese marco, el Rey ha ensalzado y ha reivindicado la Constitución española, de la que ha recordado su reciente cuarenta aniversario. Este ha sido el otro gran elemento protagonista de la noche; curiosa por su simbolismo, todos nos hemos dado cuenta, era la única y humilde foto que podía verse tras el monarca: la de él mismo acompañando a su hija Leonor, Princesa de Asturias, en pasado 6 de diciembre, fecha en la que la heredera de la Corona ‘se puso de largo’ políticamente leyendo al artículo 2 de la Carta Magna. Ha sido la única simbología que ha querido remarcar este año, con especial énfasis, la Casa Real. La de la CONTINUIDAD. Algo fundamental para la pervivencia de la Institución, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, como reza el propio texto constitucional. ‘Las reglas que son de todos, deben ser respetadas por todos’, ha seguido manifestando el Rey, aunque en un tono, insisto, más ‘suave’ que el de aquel célebre 3 de octubre de 2017, en el que su presencia y el contenido de su alocución fue mucho más grave, como exigían las circunstancias excepcionales por las que atravesaba un Estado que acababa de sufrir un golpe parlamentario en toda regla, con la famosa Declaración Unilateral de Independencia de los días 6 y 7 de septiembre de aquel 2017.
Una pieza oratoria con alta sensibilidad social.
Se ha tratado de una pieza, por lo demás, extraordinariamente ‘social’; numerosas referencias a los jóvenes ‘que no siempre encuentran un trabajo’ ha dicho don Felipe, acorde a sus expectativas o a su formación. Zarzuela es consciente del desapego de un sector de la juventud a una Institución que consideran ‘cosa del pasado’ o ‘rancia’, y alejada de sus problemas reales. De ahí la insistencia. he querido percibir la mano, como por lo demás es habitual en cada uno de estos discursos, de los ‘escribanos’ del Palacio de la Moncloa. Es sabido, y no lo repetiré por obvio, que no es indiferente en ocasiones el color de un gobierno u otro a la hora de percibir ciertos matices.
Tan es así que el propio arranque del discurso ha sido directamente dirigido hacia quienes ‘viven una situación difícil por razones personales, económicas o sociales’… o están lejos, ha seguido diciendo, en claro guiño a quienes han tenido que dejar nuestra tierra en busca de un futuro mejor en el extranjero. Personalmente, este inicio, merece todo mi aplauso, yo que sé bien lo que es dejar atrás la propia patria y muy significativo en unos tiempos en los que algunas ideologías extremas abogan por ponérselo difícil a quienes llegan a la nuestra, buscando lo mismo… un futuro mejor para ellos y para sus familias.
Me ha agradado aún más la valiente denuncia contra la lacra de la violencia machista y el elogio hecho por el Monarca a la inclusión y a la igualdad de la mujer… ¡ya era hora de que un Rey se pusiera en vanguardia también de lo que ya es un clamor en la sociedad! ¡Bravo!
Un gran discurso… un pobre escenario
Debo acabar estas primeras notas de urgencia expresando mi desagrado estético, permítaseme, con una decoración excesivamente minimalista. Tan solo la reseñable foto citada, con doña Leonor, como nota de interés y, por supuesto, las banderas de España y de la Unión Europea. Pero como único toque navideño dos plantas de ‘flor de pascua’. Ni un Belén ni siquiera un árbol de Navidad, como otros años. Yo lo he echado de menos, todo el mundo sabe que soy ateo, pero muy respetuoso con las tradiciones culturales de cada tierra y lugar. Y España es un país aconfesional, pero no laico, como sí lo es Francia, por ejemplo. Y que estas fiestas, si tienen algún sentido, siquiera sea simbólico, es el de conmemorar el nacimiento de Jesús, figura importante para millones de personas en todo el orbe. me temo que esto será utilizado como elemento de crítica, sobre todo por sectores más reaccionarios. Es una pena porque la pieza discursiva, en mi opinión, ha sido técnicamente redonda: breve, contundente y medida y adecuada a los problemas más acuciantes del país;
¡Enhorabuena Señor, y Feliz Navidad, también para Vuestra Majestad y su familia!