A medida que se acerca la fecha en el calendario del próximo 21 de diciembre, jornada en la que debe tener lugar, si las circunstancias no lo impiden, la reunión del Consejo de Ministros que el presidente Pedro Sánchez ha convocado en Barcelona crece la tensión y crecen las incertidumbres.
La situación se endiabla, hora a hora, casi minuto a minuto. Acaban de ser despejadas hace unas horas por parte de Carmen Calvo, no sé si ya con carácter definitivo, las incógnitas que rodeaban a la reunión que mantendrán Sánchez y Torra en la tarde del jueves, previa al Consejo, y en la que muchos quieren ver una suerte de reconocimiento de una ‘bilateralidad de facto’ del gobierno central respecto al ejecutivo autonómico catalán. La vicepresidenta lo ha negado y ha aclarado que el formato será un ‘cara a cara’ entre ambos, con reuniones separadas de algunos ministros con los respectivos consellers que, para nada, deben ser confundidas con una ‘cumbre’ entre dos gobiernos soberanos porque ‘el Gobierno que preside Sánchez es también el gobierno de Cataluña’. Ella misma ha precisado que habla con frecuencia con su homónimo catalán, Pere Aragonés, y que esto es algo absolutamente corriente.
Nada de ‘bilateralidad’
Percibo una especial fijación, muy lógica, en la vicepresidenta por negar que exista un trato diferenciado a Cataluña respecto al dispensado a otras comunidades. Reconoce Calvo, eso sí, que ‘a nadie se le escapa que en Cataluña se vive una situación excepcional’. Añade la vicepresidenta, en un notable ejercicio de equilibrio político, que la reunión del viernes 21 no debe tomarse como una ‘provocación’ por parte de nadie. Con esta declaración añade sin querer quizá un tronco más a la hoguera de la crítica fácil por parte de quienes califican de ‘anomalía democrática’ que el ejecutivo central tenga casi que pedir disculpas por reunirse como órgano colegiado en la Ciudad Condal, como podría hacerlo con normalidad en cualquier otra ciudad del territorio nacional. Pero ya se sabe que, una cosa es gobernar, y otra más sencilla es estar a la contra en la oposición.
Las calles, a punto de arder
El ambiente se calienta hora a hora, como decía al principio, y son ya 20 las organizaciones, colectivos y asociaciones que bajo el paraguas de un movimiento autodenominado 21D, ‘tombem el regim’ han anunciado protestas y movilizaciones que culminarán en una manifestación que pretenden multitudinaria para ese mismo viernes a las seis de la tarde. Se revuelven contra lo que califican de intento de ‘criminalizar’ su protesta contra esta reunión y contra el régimen de 1978. Las FSE están en estado de máxima alerta ante más que previsibles sabotajes y los mossos, por su parte, están ya bien aleccionados tras la experiencia de sus últimas actuaciones, poco contundentes en opinión de muchos y que podrían costarles incluso la revocación de sus competencias, en aplicación de la Ley de Seguridad Ciudadana si el Ministerio del Interior no aprecia un comportamiento duro y eficaz ante lo que, sin duda, pueda ocurrir.
Ya el pasado martes, el Parlament daba una nueva vuelta de tuerca a la locura en la que lleva instalada la vida política catalana, y por ende la española, desde hace ya demasiado tiempo. En la mañana del pasado 18 de diciembre, la cámara regional aprobaba una moción en la que declaraba ‘antidemocrática’ y ‘antisocial’ la Constitución, con el voto de la CUP y de los ‘comunes’ de Podemos, sumado obviamente a ERC y JxCat. Una locura más, si tenemos en cuenta el hecho obvio de que los parlamentarios de estas formaciones deben su representación y sus sueldos al marco legal de democracia representativa establecido en España por la Carta Magna de 1978 que ahora reprueban.
Truena la oposición en el Congreso, Partido Popular y Ciudadanos, exigiendo sin tregua la aplicación contundente del artículo 155 de la Constitución, mientras el Gobierno teme lo que pueda ocurrir en las calles, en una protesta semejante a un tigre desbocado que ya cabalga solo, más que a la ‘irreductible’ -o no tanto- posición de una ERC e incluso un JxCat que dejan atisbar su voto favorable a los Presupuestos Generales del Estado. ‘Do ut des’, decían los clásicos… ‘te doy para que me des…’ aunque mucho me temo que el peligro real, de existir, estriba ya en un movimiento que ha cobrado tal vida propia que ni los aprendices de brujo Torra o Puigdemont puedan garantizar el ser capaces de controlar……¡Siempre que quieran controlarlo!