SOFÍA DE GRECIA, 80 AÑOS DE ‘UNA GRAN PROFESIONAL’

SOFÍA DE GRECIA., 80 AÑOS DE ‘UNA GRAN PROFESIONAL’

La frase no es mía, sino de su marido, don Juan Carlos. Cuenta a menudo el cronista experto en Casas Reales, Jaime Peñafiel, que en cierta ocasión pidió al hoy rey emérito -cuando ya desde hacía años eran un secreto a voces las desavenencias entre la real pareja- que definiera en una frase a doña Sofía. Y esa fue la contestación.

La vida de Sofía de Grecia, tanto desde el punto de vista humano como en términos de liderazgo es apasionante. La madre del actual jefe del Estado accedió a la condición de reina consorte, tras la muerte del dictador Francisco Franco, en virtud de la Restauración de la Monarquía y consiguiente proclamación por las Cortes Generales de don Juan Carlos de Borbón y Borbón como rey el 22 de noviembre de 1975. Desde su abdicación, el 19 de junio de 2014, ostenta tal dignidad de forma vitalicia.

Se casó con don Juan Carlos el 14 de mayo de 1962. Ya para entonces, a sus tiernos 24 años, su vida había sido de todo menos fácil. A pesar de ser la hija primogénita de los reyes Pablo y Federica, no sintió una infancia especialmente privilegiada y tuvo que huir con su familia a causa de la invasión nazi de Grecia y vivir en Sudáfrica y después en Londres.

Ya casada con el actual rey emérito de España, vivió en sus carnes el golpe de Estado de los coroneles en su Grecia natal en abril de 1967, que la expulso de su país. De ahí viene, seguramente, su enorme instinto de supervivencia. Conoce bien, como conocía don Juan Carlos, la hiel del exilio. Recuérdese que, en aquellos difíciles años de la pre-Transición, 1975, 1976 e incluso 1977 nadie daba un duro por la permanencia de un rey al que la izquierda española, conformada básicamente por el PSOE y por un PCE legalizado en abril de 1977, consideraban un rey franquista.

‘Juancarlistas… y sofiístas’

Por todo esto, y hasta anteayer, como quien dice, siempre ha sido discreta y leal, tanto a su marido como a la Institución. A pesar de los eternos rumores, crecientes a partir de los años 90 y primeros 2000, acerca de la vida licenciosa de éste.

En este punto conviene apuntar que siempre se ha dicho que en España no había apenas monárquicos, pero sí una gran mayoría de ‘juancarlistas’. Me atrevo a decir que, casi más aún, había en España ‘sofiístas’. Siempre me pareció curioso, desde el punto de vista de un extranjero, que los españoles admiraran y agradecieran a su rey el trabajo de devolución de la democracia, pero a la vez le criticaran ‘por lo bajini’ por sus excentricidades: el gusto por los coches de alta gama, la buena vida o las mujeres explosivas. Por no hablar de temas económicos. Sin embargo, jamás escuché crítica alguna -o escasas- a doña Sofía; a pesar de no ser española, de no dominar el castellano o de pasar algunas temporadas en Londres con su hermana Irene, alejada de La Zarzuela. Era evidente que los españoles se ponían, mayoritariamente, de parte de ‘la sufrida esposa’ víctima de un marido, que era rey, pero también era hombre… y que no parecía precisamente un fidelísimo esposo.

Eran los años en los que crecían las imágenes de los desprecios públicos de don Juan Carlos a doña Sofía. Ceremonias y fotos oficiales en Palacio en las que don Juan Carlos miraba con mal gesto a su esposa o incluso la recolocaba en una posición diferente.

Aquella inercia se rompió con una tierna, amorosa y conmovedora imagen que dio la vuelta al mundo. Fue durante el funeral de don Juan de Borbón, cuando el rey, al que jamás se había visto llorar en público, era cariñosamente confortado por la mano amiga de su mujer, también con lágrimas en los ojos.

El amor siempre perdura

Ya en la actualidad, con la senectud, parecía que la real pareja había retomado el cariño sincero y el aprecio. El rey emérito salió, por ir al último ejemplo, en defensa de su esposa en el célebre incidente de la catedral de Palma, cuando doña Letizia trataba de impedir que doña Sofía se fotografiara con sus nietas. Aquí, lo digo con todo el respeto a la actual reina, creo que España entera se puso casi de parte de la abuela. Pero la tensión fue tal que hubo después que ‘forzar’ algunas escenas en actos oficiales con ‘paripés’ públicos de ‘cariño’ y ‘buenrollismo’ entre suegra y nuera para normalizar y calmar a la opinión pública… y a la publicada.

Al final del camino, luces y sombras…

En sus últimos años, doña Sofía ha vivido momentos duros: los problemas judiciales de doña 

Cristina, su hija menor, el ingreso en prisión de su yerno, Iñaki Urdangarín, y los escándalos que, eso sí, no han cesado, de don Juan Carlos con alguna ‘amiga entrañable’… hasta la propia abdicación en junio de 2014. No ha sido un camino de rosas. 

Doña Sofía es una mujer culta; mucho. Habla a la perfección griego, inglés, alemán, español y francés. Cursó Bellas Artes en su juventud y años después se doctoró en Derecho Civil por Oxford. Pero es conocida, sobre todo, su pasión por la música. Amiga del genial Rostropovich, ha sido asidua del Teatro Real y ha disfrutado de muchas veladas privadas en La Zarzuela escuchando a alguno de los músicos más prestigiosos del momento. No en vano, su cóctel de fiesta de cumpleaños estará rematado por un concierto en la Escuela Superior de Música que lleva su nombre dirigido por el gran Plácido Domingo. Un fin de fiesta insuperable. 

Disciplinada, discreta, esposa, madre… y reina. Siempre fiel a sus obligaciones y siempre en su sitio. ¡¡FELIZ 80 CUMPLEAÑOS, SEÑORA!!

Deja un comentario