En muy pocas ocasiones me he sentado frente al teclado con tanto dolor y tanta rabia como me ocurre en esta. Os juro, los que me seguís me conocéis y sabéis que soy una persona equilibrada, que no es una frase hecha. Todas las muertes son dolorosas, y para quienes nos cuestionamos con frecuencia el verdadero sentido de la vida, más aún. Si esas muertes no son naturales sino violentas, producto de la ley de la selva en la que esta maldita sociedad hedonista y sin valores parece empeñada en instalarnos, se convierten en horribles y execrables. Cuando esa violencia se muestra como especialmente gratuita, sádica, y adobada por un componente de crueldad y abuso de la fuerza contra quienes, no ya es que no puedan defenderse, sino que son especialmente más débiles e indefensos que sus agresores, el sentimiento de cualquier ser humano digno de tal nombre -por templado que uno sea- se convierte en rabioso e iracundo.
Los últimos meses están siendo un calvario para todos aquellos italianos -que siguen siendo millones-que hemos vivido con orgullo nuestro amor y sentimiento por un país al que siempre hemos sentido como maravilloso. Últimamente me encuentro, una semana si y otra también, obligado a mi pesar a hablar y a escribir de tragedias humanas, acerca de un gobierno cada vez más identificado con una pura y dura extrema derecha -con actitudes y decisiones supremacistas y xenófobas- y a disertar, en fin, sobre un país al que me cuesta reconocer como aquel al que amo porque es el mío. Una sociedad que parece que se descompone y se desintegra en mil pedazos, conducida a toda velocidad hacia el abismo por unos dirigentes enloquecidos y sedientos de algunas de las peores pulsiones que emponzoñan el alma humana; porque los gobernantes, sí, aunque a veces no lo parezcan, son hombres y mujeres de carne y hueso… como nosotros.
Un crimen especialmente sádico
La última y terrible historia que ha enfangado de sangre la accidentada crónica diaria italiana ha sido la del miserable asesinato de la joven, casi niña, Desirée Mariottini. Un crimen nauseabundo, vomitivo y repugnante sobre el cual vamos conociendo, hora a hora, minuto a minuto, detalles cada vez más brutales y condenables.
Por si alguien no conoce aún los trazos más delirantes de esta historia, se los resumo, mientras me esfuerzo por no romperme en dos; de pena y dolor por ella y su familia y de ira por sus agresores. Desirée era -desgraciadamente ya debo referirme a ella en pasado- una adolescente italiana de 16 años esplendorosos y llenos de vida. Hasta el maldito día y la maldita hora en la que su camino, puro e inocente, se cruzó con el de un grupo de bestias salvajes.Fue drogada y violada en grupo, por un ‘branco’, una manada de por al menos cuatro ‘animales’ en un edificio bautizado como ‘La Casa de las Drogas’, en el barrio de San Lorenzo de Roma, conocido por todos por ser uno de los centros más relevantes del mercadeo de la muerte, de la droga y de la prostitución. Fueron doce interminables horas en las que estos individuos abusaron salvajemente de la joven. Violaron su cuerpo, destrozaron su vida incluso cuando estaba ya inconsciente por la mezcla de psicotrópicos. Un tiempo, unas eternas horas en las cuales su torturadores, poseídos por un grado de sadismo y esquizofrenia delirantes, pusieron todos los medios para que nadie pudiera socorrerla y salvar su vida.
‘Mejor muerta que nosotros en la cárcel’. Estas fueron las primeras palabras de sus torturadores a los que intentaban ayudarla y pensaban en pedir auxilio. Con agua y azúcar la mantuvieron en vida en esa doce interminables horas de delirio y agonía. Sin duda será un considerable agravante a la hora de ser penalmente juzgados y no me cabe duda, condenados.
Son numerosos los testigos que están ayudando a esclarecer hasta el más mínimo detalle -todos son penalmente relevantes- acerca de los hechos ocurridos entre los días del 17 y del 18 de octubre.
Un hombre de origen italiano habría suministrado a los detenidos los antiepilépticos y antipsicóticos que los tres inmigrantes detenidos dieron a la joven para. De esta forma, privaron a Desirée de la capacidad de reaccionar para reducirla a un mero objeto sexual, escribe el juez en el durísimo informe que ha llevado a, de momento, cuatro acusados a la cárcel. Se han conocido ya, al menos dos, los nombres de supuestos implicados extranjeros, que se encuentran fugados.
Algunos testigos han relatado ya cómo Desirée llegó al edificio buscando drogas y accedió al grupo de acusadores que conocía y que aceptaron a tener relaciones sexuales con ella como contraprestación por la venta de muerte. Desirée no tenía dinero para seguir comprando heroína. Pronto su ofrecimiento se reveló letal, la joven fue drogada hasta la inconsciencia y violada en grupo por al menos cuatro hombres, probablemente más. Uno de los testigos afirma que vio a la niña con el senegalés Brian Minteh -llamado Ibrahim- y su compatriota Yusif Salia. También habría estado presente el nigeriano Chima Alinno -conocido como Sisco-. Abusaron de ella en una cama donde después de doce horas se la encontró muerta.
Otro testigo ha declarado que vio cómo suministraban a la adolescente una mezcla asesina de tranquilizantes, medicamentos y drogas para volver a ser violada por Mamadou Gara y Youssef.
Más madera para el racismo y la intolerancia
Me resulta difícil, ya lo he dicho, ocultar el dolor que siento al relatar una historia de una ferocidad tremenda, perpetrada en este caso por unos inmigrantes… aunque de igual forma los sádicos criminales podrían haber sido sicilianos o naturales de la Campania, por qué no. Digo esto porque la presente será una historia que dará todavía más razones y justificaciones a quienes en Italia exigen una mano lo más dura posible contra los inmigrantes.
No es el primer caso de un asesinato de estas características… y lo único cierto es que, el aire en las ciudades italianas es, cada vez, más irrespirable.