SORAYA…‘NEW AGE’

SORAYA….‘NEW AGE’

Lo que todos los observadores políticos esperaban ha acabado por consumarse el lunes 10 de septiembre. La otrora todopoderosa vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha confirmado que  abandona la política, a la que ha consagrado los 18 últimos años de su vida y ha anunciado que abre una nueva etapa en su vida, alejada de la actividad pública.

En realidad era un secreto a voces. Todos lo daban, lo dábamos, por descontado. Yo mismo lo había avanzado unas horas antes, en el programa ‘Al Rojo Vivo’ de La Sexta, que dirige Antonio García Ferreras. Fuentes de toda solvencia, muy cercanas a Sáenz de Santamaría, habían avanzado a quien esto firma las suficientes pistas hace algunos días para trazar ‘grosso modo’ la hoja de ruta que seguiría la ya ex-líder popular. Soraya se ha ido. Y lo ha hecho con algunos rasgos de grandeza, como corresponde  al sobresaliente liderazgo que ha ejercido durante tantos años; ha tenido en su comunicado final palabras de elogio y agradecimiento a su gran mentor: Mariano Rajoy. En su recuerdo, ha destacado la gran tarea política del expresidente a la hora de ‘sacar a nuestro país de la mayor crisis económica de su historia reciente’. Una tarea en la que se siente orgullosa de haber participado, como es natural. Sáenz de Santamaría ha agradecido también a sus compañeros de partido que le ayudaron a llevar a cabo las distintas responsabilidades que le fueron siendo encomendadas y a quienes ha mostrado su afecto y cariño. Por su parte, el flamante presidente de la nave popular, Pablo Casado, ha correspondido con la misma altura de miras expresando sus mejores deseos de éxito a la exvicepresidenta del Gobierno en su  nueva etapa. Hasta aquí, las flores.

Los renglones torcidos de la vida… también de la política

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Mucho se ha escrito, en las últimas semanas y en los últimos meses, acerca de las turbulentas aguas internas que han ido corriendo bajo los puentes ‘genoveses’ desde el terremoto acaecido en junio que llevó a una inesperada Moción de Censura, a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, a Mariano Rajoy a un inesperado exilio político y al PP a una crisis insospechada, al menos de una forma tan repentina. El Congreso de julio se saldó, con notorias heridas internas, de una manera sorprendente: la mayoría de los observadores avezados veían a Sáenz de Santamaría como la nueva esperanza blanca de Génova para reconquistar el Gobierno… y erraron. El factor humano hizo de las suyas y los dados del destino, una campaña de primaria mucho mejor estructurada y preparada y un discurso final sobresaliente situaron a Pablo Casado al frente del timón. Sé que muchos ahora harán leña del árbol caído e intentarán incidir en las ‘contradicciones’ de la ‘ex’ cuando dejó dicho que si perdía se pondría ‘a la orden’ del vencedor y todo lo demás. Desde mi experiencia en gestión de liderazgo puedo decir que estos mensajes de consumo interno son obligados y hay que tomarlos, siempre, con la relatividad que demanda la gestión de crisis en organizaciones tan complejas. Lo que es innegable es que, también eran legión, los que pronosticaron desde ‘el día después’ un cierre en falso de la crisis popular y un más que probable regreso de Soraya a la escena en función de cómo se solventara, judicialmente, el ‘asuntillo’ del Máster de Casado. Pero como siempre digo, no conviene olvidar la frase de mi paisano Giulio Andreotti acerca de cómo el poder desgasta, sobre todo a quien no lo tiene… o a quien lo pierde. Y ese era ya, claramente, el caso de la política vallisoletana. Su número de fieles ha ido decreciendo a medida que han pasado los días, de igual forma que ha crecido, de forma algo ‘chusca’ el número de ‘casadistas’. Tanto que, si todos los que ahora dicen que votaron al nuevo líder lo hubieran hecho en realidad, este hubiera cosechado el 120 por ciento de los apoyos. Vivir para ver…

¿Vae victis? … ¡no! No confundamos las derrotas con los pasos de página.

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Soraya Sáenz de Santamaría acumuló cotas de poder considerables y de difícil parangón en la historia de la reciente democracia española; se admiten opiniones, por supuesto, pero yo solo me atrevería a compararla con las que llegó a manejar Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno desde 1982 hasta 1991. Asumió todo lo imaginable: desde la coordinación de los distintos Ministerios hasta el control del CNI pasando por la gestión personal de todas las crisis, que no fueron pocas en los siete años de ‘Rajoyato’. Tuvo la fidelidad de la mayoría de los ministros; Báñez, Montoro, Nadal… frente al grupo de ‘irreductibles’ arremolinados en torno a Margallo, Soria y Arias Cañete que no aceptaban su control y pugnaban por reportar directamente a Mariano Rajoy. Todo eso es pasado. Lo único cierto es que, a día de hoy, solo le queda la fidelidad incondicional de dos fieles que lo fueron todo para ella: Fátima Báñez y José Luís Ayllón. El resto, incluidos Nadal y Montoro, han ido diluyéndose, desdibujándose…  confundiéndose con el paisaje… ‘Vae victis’, que dejara dicho aquel jefe galo, Breno, que sitió y doblegó a la ciudad de Roma. Tómenlo como metáfora, por supuesto, porque no quiero que quede el sabor en el final de esta pieza de que Soraya está vencida. La ex número dos del Ejecutivo ha rematado una brillante ejecutoria y ahora abre una nueva etapa en su vida que sin duda estará cuajada de ofertas profesionales atractivas y ajustadas a una profesional como ella, con su inmenso caudal de experiencia en la vida pública y nada menos que Abogada del Estado de profesión. Problemas, precisamente, para ganarse la vida, no va a tener. Me consta que ya ha recibido algunos ‘cantos de sirena’. Solo le queda ajustarse, para algunas de esas labores, a los famosos dos años de incompatibilidad que establece la letra de la ley de 2015 que ella misma impulsó. También en eso, no me cabe duda alguna, será escrupulosa.

Soraya triunfará en la empresa privada porqué ha sido una política amante del poder más que de la ideología y poder. No echará de menos los laberintos del partido porqué nunca los ha querido.

Solo me queda expresarle mis mejores deseos y desearle suerte en esta nueva página de su vida, que auguro tan exitosa como las que cierra. Y un consejo que doy a todos los líderes que entreno que se encuentran en momentos parecidos: la gente más fuerte y finalmente más exitosa no es la que siempre gana sino la que no se rinde en la derrota y la usa como palanca para futuras victorias. A Soraya no le gusta perder ni al parchís, sin embargo pronto se dará cuenta que detrás de esta derrota hay todo un mundo de nuevos retos. Yo me atrevo a vaticinar que su vida política no se acaba definitivamente aquí. Seguiré la pista de la expresidenta.  

 

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