La polémica generada a raíz de la contratación de la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez como directora del recién creado África Center por parte de la Fundación del Instituto de Empresa, me ha sorprendido en Saint-Malo, disfrutando de unas magnificas vacaciones lejos -pensaba yo- de las veraniegas idas y venidas de la convulsa política española. Ya ven que mi pensamiento no fue más que ‘la libélula vaga de una vaga ilusión’, como dejó escrito el inmortal Rubén Darío.
Un tweet subido por mí a la red en la tarde del miércoles 8 de agosto, en el cual taché de inoportuna la contratación de Begoña Gómez, me devolvió a la realidad.
Ese ‘chamuscado’ olor a enchufe…
No he podido callarme porqué, sin ninguna duda, con este fichaje del IE, Pedro Sánchez ha usado y abusado de un solo portazo, después de haber sido tremendamente crítico con ellas, de las puertas giratorias, que prometió eliminar y que constituyen una de las principales lacras de la política española. Y lo ha hecho ‘a lo grande’; eligiendo como protagonista su mujer que, con más de 20 años de extraordinaria carrera profesional a la espalda, tras su entrada en Moncloa, decidió dejar su puesto para dedicarse de lleno a sus labores como esposa del presidente del Gobierno. NADIE, y yo menos que nadie, he cuestionado en ningún momento ni la preparación ni la capacidad de la señora Gómez para ocupar este puesto u otros de más nivel. Pero si es de justicia considerar del todo inadecuado el evidente ‘olor’ a enchufe que, a priori, destila este fichaje estrellar. Es de una irresponsabilidad indudable que el Presidente de Gobierno permita -o quien sabe si fomente- la contratación de su pareja, me da igual que sea hombre o mujer, para dirigir el África Center dedicado a los proyectos de innovación en el continente africano y por la creación del cual la fundación IE recibirá fondos públicos y tendrá que negociar millones de euros con un variado elenco de empresas privadas. Tanto Moncloa como el IE no darán más explicaciones sobre el asunto y mucho menos sobre el sueldo de Begoña Gómez. En realidad me daría igual que fueran fondos públicos o privados; el hecho es que usará su influencia como pareja del presidente del Gobierno. Irresponsable él, por comprometer la credibilidad de su posición como presidente del Gobierno y la confianza que en él han depositado 176 diputados del Congreso, ya que como es sabido Sánchez es presidente en virtud de una moción de censura.
No, también en este caso, debe ser no, señor Sánchez. Ética y estéticamente, su decisión no tiene un pase. Es de puro sentido común que es inaceptable. Begoña Gómez tiene todo el derecho del mundo a ser una mujer destacada en su profesión, si es que así lo merece su dedicación y su esfuerzo. Eso nadie lo pone en duda aunque de repente ha habido decenas de defensores de este este fichaje de verano, los mismo han tachado de ‘machistas’ los que lo hemos criticado. Acusar de machismo a los que hemos criticado esta contratación es absurdo. Repito que me da igual que este puesto lo ocupe un hombre o una mujer. Una cosa es el mérito y la valía profesional y otra aceptar una designación así cuando eres la mujer del jefe del Ejecutivo.
Estamos hablando de un puesto, vuelvo a insistir en ello, al frente de una organización que recibe fondos públicos y privados y que, por ende, está expuesto desde el primer instante a todas las suspicacias posibles, no siendo la menor de ellas la sospecha de un posible conflicto de intereses. Ni Sánchez ni su mujer tenían necesidad alguna de pasar por esto, pero la inconsciencia es la peor aliada de la ambición.
Torpes y forzadas excusas
Me vale de poco el tropel de voces que se han apresurado a arropar al ‘comandante en jefe’ y a justificar lo injustificable. Me ha parecido particularmente ‘tierna’ la de la número dos del PSOE, Adriana Lastra, que para dar sostén teórico a la mujer del jefe ha buscado una cita de Virginia Woolf, muy apropiada para el tiempo en el que se escribió, pero no para 2018: ‘una mujer debe tener dinero y una habitación propia’. Señora Lastra, por favor, que hoy las esposas ya no dependen económicamente de sus maridos… y menos aún la señora Gómez, que cuenta con una preparación profesional de élite…..¡no necesita ahora el dinero de su marido, ni lo necesitará probablemente nunca!
El PSOE ha tirado de evocación del franquismo y ha recordado irónicamente a los críticos el ‘Manual de la Buena Esposa’, editado en tiempos del dictador, en el que se recomendaba a las mujeres ‘tener preparada la cena de los niños’ o ‘hacer sentir al marido en el paraíso’… ¿alguien se cree que si Begoña Gómez no hubiera sido catapultada a este elitista puesto diseñado por el IE se sentiría como una ‘esposa franquista’? Flaco favor también le han hecho desde su partido a la mujer del presidente con esta defensa. Lo diré en otras palabras: yo soy crítico con este nombramiento, pero no parece serio compararme, precisamente, con un evocador de tiempos franquistas, donde la mujer estaba ‘en la cama con la pata quebrada’, según rezaba un refrán machista de la época… ¿verdad que no les parezco un ‘facha’ de los años cincuenta? Pues eso…
He sido toda la vida defensor de la ética en la política, y estoy al lado de los políticos que se afanan por defender la regeneración de una profesión machacada en los últimos años por la lacra de la corrupción. He sido defensor de una moción de censura provocada por la sentencia del escándalo de la ‘Gürtel’ y de la financiación irregular del Partido Popular. He tenido la esperanza que la llegada al poder de Sánchez, a pesar de sus tan solo 84 escaños, pudiera ser un punto de inflexión en esta cruzada en pro de la vuelta a una política limpia. Pero este tipo de decisiones, en unión de otras a las que hemos asistido en los dos últimos meses y que han sido provocadas desde la Moncloa, no me ayudan a seguir confiando plenamente en el éxito de esta etapa. Por lo tanto, ni machismo, ni tonterías; espero haberme equivocado y que todo haya sido una pesadilla de verano en las playas de Bretaña. Aunque mucho me temo que aún no he llegado a perder, a pesar de la belleza de estos parajes que me acogen, el sentido de la realidad. No sabe cuando lo siento, señor Sánchez.