GUÍA IMPRESCINDIBLE DE LOS ERRORES POLÍTICOS

GUÍA IMPRESCINDIBLE DE LOS ERRORES POLÍTICOS

A lo largo de mi vida profesional he visto fracasar, de forma estrepitosa, a muchos políticos, por diferentes razones y por muy diversos errores. Muchos de estos serían -son- fácilmente evitables… hay otros más delicados y que están ‘tatuados’ en el ADN de cada cual.

La inmensa mayoría de quienes se dedican a la actividad pública, contando con una miríada de asesores a su alrededor, no pocas veces extraordinariamente caros, no deberían jamás incurrir en vicios o errores de ningún tipo. Pero no siempre es así porque no siempre es fácil evitarlos. Algo tiene que ver con esto el hecho de que las campañas electorales sean cada vez más

difíciles de interpretar y que el escenario político, cada vez más poliédrico y complejo, se haya vuelto muy complicado de analizar e interpretar.

Mis años de oficio me han permitido a estas alturas clasificar con bastante exactitud las ‘meteduras de pata’ más frecuentes en el día a día de cualquiera de los que se dedican a la ‘res publica’.

Ni que decir tiene que un mismo político o candidato puede incurrir en varios errores a un tiempo o acumular más de un ‘vicio’.

En función de cuáles sean estos, así también dividiremos a los políticos.

El intruso… sin más ‘oficio ni beneficio’

La política, junto con la medicina, la vida eclesiástica o la de quienes forman parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, son tal vez las carreras más vocacionales que existen, pero… ¿seguro que todos los que se dedican a la política se dedican a ella por auténtica pasión de servicio a la comunidad? ¿O lo hacen porque han encontrado en ella una profesión porque carecían de otra?

 

Intruso es aquel que ingresa en una formación, normalmente muy joven, sin terminar a veces sus estudios superiores y va recorriendo todos los escalafones; desde pegar carteles en las juventudes del partido hasta conseguir ser concejal y, con mucha suerte, ser elegido alcalde de su municipio. Si el personaje es listo o lista, puede seguir medrando y conseguir llegar a subsecretario, secretario de Estado, e incluso ministro.

Aunque no siempre haya una relación causa-efecto entre este grupo y la corrupción, suele ser frecuente. La vocación, por tanto, es clave.

El ególatra

Con un ego tan inmenso que, como una nube tóxica, cubre todo su talento. ‘Se les ve mucho el plumero’. Preocupados tan solo de sí mismos y de su ansia de triunfo, su empatía hacia sus conciudadanos y su interés por los problemas reales del país siempre irá por detrás de su ansia de poder. Fueron criticados por estos comportamientos el socialista Francisco Vázquez en sus años de regidor coruñés, o el popular Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón que llegó a erigir un busto… ¡de sí mismo! en el aeropuerto de la ciudad.

El ‘pájaro’

Adora volar, pilotar desde arriba y no mancharse las manos. Usa la ventanilla del avión para observar y guiar el Estado, la Comunidad Autónoma o el partido. Suelen ser muy ‘inauguradores’: llegan, saludan a sus conmilitones del pequeño predio de turno, cortan la cinta, besan dos o tres niños… ¡y se van! Vamos, que están solo para las ‘grandes cosas’; me vienen a la cabeza algunos que tenían ‘el Estado en la cabeza’ y ‘no estaban para tonterías’ como Fraga Iribarne.

Los ‘modelos’

Se visten impecablemente para cualquier completa sesión de fotos cual si fueran actores de Hollywood. Sufren de un culto obsesivo de su propia imagen y su problema es que esto les resta un tiempo precioso para todo lo demás, hasta llegar a incapacitarles para dirigir a sus equipos. No saben que es el asfalto porque no lo han pisado, ni conocen, salvo por televisión, una fábrica, un taller o un mercado. Menos aún las inquietudes de sus potenciales votantes.

Y es que, no les gusta nada el barro porque mancha sus lustrados zapatos. Aborrecen los detalles, ignoran los problemas y huyen de la realidad, a la que consideran un engorro.

Ni que decir tiene lo complicado que resulta que estos personajes puedan tener éxito. Es sin duda el vicio más difícil de corregir. 

El ‘basurero’

Antitético al ‘pajaro’. Le encanta pisar ‘el barro’ y ‘encharcarse con los problemas de la gente. Esto en absoluto es negativo, siempre y cuando no se pierda visión estratégica. Populistas, suelen pensar que el marketing político es una tontería y que las redes sociales no sirven para nada. Tampoco tienen tiempo para los medios de comunicación. Ni siquiera preparan bien sus discursos, porque creen que su improvisación les salvará.

Recuerdo bien a quien fuera líder de Alianza Popular a finales de los ochenta, Antonio Hernández Mancha. Fue ‘rompedor’ porque aún en aquella época era infrecuente que un líder de la ‘rancia’ derecha se ‘calzara’ unos vaqueros y fuera por pueblos y mercados saludando por doquier ‘a la señora María’ o al jubilado de turno. No supo dosificar bien aquella ‘campechanía’ y cayó muy pronto, víctima de errores como una moción de censura imposible de ganar contra Felipe González.

El ‘banquero’.

A estos les puede la búsqueda de recursos financieros para sufragar sus campañas. A ello dedican todo su tiempo. En el marketing político, el dinero es clave, pero no menos importante que el mensaje y el activismo que supone la movilización de todo su entorno. Centrarse únicamente en el dinero, es perder de vista la visión que debe tener cualquier líder. En España no hemos tenido apenas de esto, aunque algún ejemplo ha habido: Mario Conde. En mi Italia natal, como obviar a Silvio Berlusconi.

El ‘miope’

Este tipo de representante público busca ganar las elecciones, pero su propuesta no parte de un proyecto de gobierno que está consolidado, de una idea de país; el piensa nada más que en sus propias propuestas, que por supuesto cree insuperables. Son, huelga decirlo, muy populistas.

Ni leen, ni investigan, ni preguntan… por supuesto tampoco escucha a sus asesores cuando tratan de dotarle de perspectiva y prospectiva sobre los distintos asuntos que debe comprender su programa. Suelen cuadrar con este perfil alcaldes especialmente populistas de algunos municipios emblemáticos… me viene a la cabeza el ya desaparecido Jesús Gil, en Marbella.

Los ‘reyes del sarao’

Disfrutan a rabiar en reuniones, desayunos, almuerzos, cenas y cócteles con plataformas, movimientos… o ‘lobbies’, según su signo político, que entiende que podrían procurarle votos o dinero para sus políticas. Suelen tener colaboradores al término de la fiesta de los que ‘pasan la gorra’.

El ‘conformista’.

El político ideal debe combinar sabiamente las buenas intenciones con una cierta capacidad de romper algunos estilos tradicionales de hacer las cosas. Pero no todos son así; bajo los habituales preceptos de la rutina y de no romper con el confort de las ‘cúpulas’, muchos sienten vértigo por romper o cuestionar las inercias. Por tanto, jamás propondrán opciones diferentes para conseguir resultados

de mayor impacto… o soluciones imaginativas a los problemas de una sociedad en permanente cambio. Tengo en mi cabeza un reciente ejemplo clarísimo… ¿lo han adivinado? Estoy pensando en el expresidente, Mariano Rajoy Brey.

El ‘bienintencionado’.

Cree que la política es una ‘ONG’. No es que esté mal tratar de ayudar a los más vulnerables. Pero el vicio de intentar atender, de manera directa, estas dificultades, le hará perder la perspectiva global de los problemas y le restará objetividad para el análisis y tiempo para la construcción de soluciones desde una mirada racional, aunque esta deba ser siempre sensible. No se puede gobernar solo a base de gestos de cara a la galería, por muy sociales que sean. Equipos de gobierno municipales de Podemos, ora en Madrid, ora en Cádiz, por ejemplo, adolecían al principio de su mandato de este defecto.

El ‘omnipresente’.

 

El buen producto es aquel que es escaso en persona, que dosifica y raciona celosamente los lugares y tiempos

donde debe dejarse ver por sus electores.

Por el contrario, el candidato que comete el vicio de la omnipresencia se acaba convirtiendo en parte del ‘paisaje’ y sus seguidores se acostumbrarán tanto a verle que acabarán por ignorarlo.

Cercanía y simpatía, sí… ‘ma non troppo’. Esto vale también para la presencia en redes.

El ‘coach tertuliano’.

Ciertos candidatos confunden su papel de ‘solucionadores’ de problemas con el de ‘cautivadores’. Un buen candidato es un

estimable orador y un buen líder, pero no puede caer en el vicio de ser orientador personal, psicólogo o ejercer de coach… ¡ni siquiera de su propio equipo! Los electores votan a quienes les ofrecen esperanza o soluciones a sus problemas. No a buenos conversadores ni a orientadores personales.

El ‘osito de peluche’.

Silencioso en las reuniones… nunca está pendiente de la actualidad y en su agenda priman los espacios blindados para él mismo o para un grupo de asesores que le aíslan para repetirle ‘lo bien que va’.

No tiene fuentes externas, no busca versiones adicionales ni percibe los movimientos de sus enemigos. Es, claro está, un pésimo estratega. Como un ‘osito de peluche’, se creerá un gran triunfador y el día ‘D’, su falta de malicia le demostrará que la realidad de la política requiere algo menos de candidez y un poco más de habilidad para dudar, pensar mal, no creer en todo y cruzar versiones sobre la

información que recibe para no verse desalojado de su puesto.

El recién fallecido Gerardo Fernández Albor, expresidente de la Xunta, era conocido como ‘el merendiñas’

por su desinterés por los asuntos públicos y su pasión por las citas gastronómicas… ¡y por dormirse en los Consejos de Gobierno! Eso se decía de él.

Los de ‘doble personalidad’.

Llegan a la oficina en bicicleta, pero sudando y asfixiado porque en realidad nunca han montado en bicicleta y solo conocen el coche oficial en el que van a toda velocidad, saltándose semáforos, afectando a la movilidad y al derecho del resto de usuarios de la vía pública. De ecologistas ‘cero’, y de progresistas, menos.

Fue motivo de cierto cachondeo una imagen de hace algunos años en la que se retrataron varios políticos nacionalistas de izquierdas llegando al Congreso en unas bicicletas en las que habían montado doscientos metros más abajo… en la Puerta del Sol.

 

Podríamos calificarlos como los políticos del: ‘Haced lo que yo os diga, pero no lo que yo haga’. De los que aseguran vivir en un barrio obrero cuando en realidad lo hacen en un chalet a las afueras ya ni les cuento.

Estos ‘onanistas’ de la política tienen hoy muchos flancos débiles para ser descubiertos porque su condición de candidato hará que cientos de miles de pares de ojos, de rivales, de periodistas o de simples ciudadanos, les vigilen permanentemente para dejar en evidencia su doble personalidad.

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