INTRAHISTORIA

No pocas veces me enfrento a la tarea de refrescar este blog con lo que los escritores profesionales llaman el ‘pánico del folio en blanco’. No siempre es fácil transmitir la propia visión del mundo, de las personas y de las cosas, incluso para los que nos dedicamos, de una u otra forma, a la comunicación. Siempre se alberga el temor de incurrir en el tópico, caer en la reiteración, repetir conceptos o ideas ya ‘machacadas’ por otros tal vez con mayor brillantez que nosotros o, simplemente, que a nadie le parezca interesante lo que quien firma, humildemente, quiere transmitir.

En estos casos la mejor solución es dejarse llevar por el corazón. Que los dedos fluyan solos y que las ideas afloren a borbotones, sin necesidad de haber sido digeridas en exceso por una racionalidad que pueda alterarlas. Y por ello, no puedo dejar hoy de referirme a dos noticias que, en los últimos días, me han helado el alma.

¡Qué caro es vivir! ¡Que caro es morirse! Sobre todo para los pobres

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La primera tiene que ver con el drama de una familia de Fuenlabrada que se vio obligada a mantener el cadáver de su hijo veinte horas en el sofá de su casa porque no tenía dinero para sufragar la totalidad del coste de los servicios funerarios, que tal como llegaron al domicilio familiar… se fueron. El pequeño había muerto tras pasar las últimas horas de su corta vida en su casa, en vez de en el hospital, por deseo de sus progenitores. Fue el jefe del padre quien adelantó de su bolsillo… ¡los mil seiscientos euros que faltaban! para que finalmente el cadáver del pobre ángel pudiera ser trasladado y recibiera sepultura. Tras el drama, las disculpas. Según leo, el ayuntamiento, junto con el hospital y la propia funeraria han cubierto ‘la minuta’. El consistorio se ha disculpado y ha aducido que no habían tenido información previa para haber dado solución, en tiempo y forma, a este caso. Puede ser. De cualquier forma, qué caro se hace vivir… y hasta morirse… a los pobres, me refiero.

La historia es tremenda y me ha recordado otra similar de hace años. La de la madre de un adolescente diagnosticado de una enfermedad cruel e incurable. Una dolencia que le mantuvo los últimos meses de su vida postrado en una cama de hospital y lejos de las aulas de un conocido centro escolar madrileño en el que estudiaba. La buena mujer tuvo que recurrir a la solidaridad de las familias de los alumnos de aquella comunidad que, con una donación masiva, bastaba con pocos euros por cabeza, ayudaron a costear el entierro del pequeño y de paso un billete de avión para su hermanita, que vivía fuera de España, y que no quería dejar de despedirse de su hermano. Cruel y hermosa historia a la vez. Como la vida.

¿Clase media?

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La segunda noticia que me ha hecho reflexionar en estos días es la de una pareja, de clase media, ‘normal’ ( que terrible calificación ¿verdad?) que tiene que irse de su casa de Barcelona porque no tienen cuatro mil euros para cambiar de piso. Se lo hago corto. Se les ha acabado el contrato de alquiler y es imposible negociar con los propietarios tras el ‘tsunami’ de la tremenda subida de precios de los últimos meses en este mercado. En realidad son dos historias, no una. Seguro que hay miles de ellas más. Y están muy entrelazadas. En la que más me ha impactado, el nuevo dueño de las viviendas es un fondo de inversión al que, evidentemente, le da igual ‘lo’ que haya dentro del bloque… aunque sean familias con cara y ojos, con niños, con vidas y con sueños… rotos. Los cuatro mil euros tienen que ver con el precio medio mensual del nuevo alquiler, más dos de fianza, más la comisión para la agencia que es del diez por ciento anual ( sí, es una brutalidad pero han leído bien ) más IVA, más… más… más… y todo esto si no te piden avales. Hago notar que el consistorio barcelonés ( porque la parte del león de la responsabilidad potestativa sobre estos asuntos recae en los municipios ) está regido por un equipo de izquierdas que hizo bandera de este tipo de situaciones para llegar al poder. Como no me quiero poner demagogo, no seguiré por esta línea de análisis. Añada el lector lo que quiera. Lo que más me impresionó fue la frase de la chica de la primera pareja… ‘- y nosotros que, hasta hace unas semanas, creíamos que éramos clase media… pero no. Ya no lo somos’…

¡La Intrahistoria estúpidos!… la Intrahistoria

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Soy, lo he repetido en mil ocasiones, un apasionado de la cultura española. De su literatura, de su historia, de sus gentes… y tras digerir lo que acabo de contarles, lo único que se me viene a la cabeza es aquel concepto de ‘Intrahistoria’ del inmortal Unamuno. Comparaba don Miguel la Historia ‘oficial’, la de los periódicos, con la real, con la de las gentes anónimas, con todo lo que les ocurría y que no salía en la prensa. Conocí hace ya muchos años a un periodista, que por supuesto no hizo una larga carrera, honrado y buena gente, a carta cabal, que a veces me decía: ‘Concibo mi oficio como la sagrada obligación de contarle al poder cómo vive la gente y no a la gente cómo vive el poder’. Aún quedan muchos así, créanme, y aunque en sus manos o en las de los que de una u otra forma tenemos acceso -y visibilidad- a los medios de comunicación, no esté la solución, al menos, podremos contarlo y denunciarlo. Como estímulo de unos políticos, a veces adocenados, y cuya labor, como he ido explicando, se ve superada en muchas ocasiones por una sociedad que es solidaria y empática… y lo demuestra día a día.

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