¿QUÉ LE PASA AL PP?

 

¿QUÉ LE PASA AL PP?
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He escrito en numerosas ocasiones ya acerca de las encuestas electorales y de lo peligroso que puede resultar creérselas. Las considero, pura y simplemente, un instrumento que, a pesar de las seriedad de la mayoría de las empresas que se dedican a ello, pierde cada vez más relevancia en el campo de la estrategia política. No solo a menudo sirven poco  como herramienta válida de predicción -inútil  acudir a la memoria de sus fracasos en muchas de las últimas convocatorias electorales dentro y fuera de España- sino que ni siquiera son apenas relevantes como ‘profecía autocumplida’ -‘vamos a elaborar un macrosondeo en que digamos que X va a barrer y así arrastraremos cientos de miles de votos hacia X’-

Dicho lo cual -ya lamento incurrir en el tópico- aún siguen teniendo importante interés para alumbrar tendencias. Tendencias obvias, por lo demás. Y de todas las que se adivinan en la política española a lo largo de los próximos meses, la más evidente es el ascenso de Ciudadanos, el principio del ocaso del PP, el fracaso de Podemos como proyecto político y el estancamiento del PSOE.

El último sondeo de Metroscopia para ‘El País’, situaba a Ciudadanos, por primera vez en la historia de esta formación política- en cabeza en cuanto a intención de voto, superando el 27 por ciento de los sufragios posibles. Muy rezagado, el PP con algo más del 23 por ciento y aún a mayor distancia el PSOE, de un  Pedro Sánchez que no acaba de despegar, con un 21 por ciento. Podemos se hundiría y quedaría relegado a la cuarta posición, con un 15 por ciento de votos estimados. Trasponiendo estos resultados a su proyección en escaños ( cosa imposible porque la Ley D’Hont condena a este ejercicio al fracaso, aunque todo el mundo lo admita como hipótesis ), Ciudadanos obtendría 100 diputados, el PP 97, el PSOE se quedaría con los 85 que tiene y Podemos perdería… ¡casi 30! quedándose en 43.

¿Se ha acabado la fiesta para los populares?
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Vaya por delante que si Mariano Rajoy cumple su palabra de agotar la presente legislatura, quedan aún más de dos años para una próxima convocatoria a elecciones generales; una eternidad en política. Esto hace, insisto, que el sondeo no pase de momento de ser poco más que un bonito juego de política-ficción. Menos tiempo resta para las próximas municipales y autonómicas, previstas para la primavera de 2019. Y el reciente fracaso de los populares en las elecciones catalanas (humillación según buena parte de los analistas y también de parte del mismo partido de la Calle Génova), la inacción política del presente Ejecutivo y la habitual lentitud del presidente del Gobierno y del PP en el manejo de algunos tiempos (recuérdese que en las últimas elecciones locales algunos candidatos fueron designados a pocas semanas de la cita electoral ‘para que no se desgastaran’ por las críticas de la oposición) hace barruntar a algunos un cierto ‘tufillo’ a ‘bofetón histórico’.

Es sabido que, cuando una fuerza política gobierna, aunque no sea de forma hegemónica y dispone de poder -mucho- para repartir, el ambiente interno que suele respirarse es el de la plácida paz de los cementerios. ‘Prietas las filas’, se decía en otras épocas. Un clima en el que las Ejecutivas del partido en cuestión, o los Comités o las Juntas Directivas Nacionales, que en principio debieran servir para debatir acerca de las grandes líneas políticas, cambios de rumbo -o no…- o aportar sugerencias a los líderes, al líder, se convierten en citas ‘a la búlgara’ que solo sirven para que los teóricos consejeros se reúnan a escuchar el discurso del aconsejado y aplaudirlo ruidosamente a su término.

Alerta roja en Génova 13
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En Génova 13, sede nacional del PP, llevan ya algunos días, sencillamente, aterrados. Sienten por primera vez de manera real el aliento en la nuca de unos jovencitos ‘ciudadanitas’ a los que siempre despreciaron como advenedizos, con gancho… pero advenedizos, guapos y elegantes pero que no podían ser considerados con seriedad como rivales de envergadura porque eran ‘fruta del tiempo’ a la que abandonarían sus tres millones y medio de votantes en cuanto desaparecieran los ecos de la corrupción para volver al redil natural… el del PP, claro. ¡Qué gran error considerar los votos como propios y no como una libre y soberana voluntad de cada ciudadano que los presta, en única ocasión, pero que se basa en una confianza que cuando se pierde es muy difícil de recuperar.

¿La comunicación? Sí, pero no solo…
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Es ya un tópico recurrir como excusa por parte de la derecha española al manido: ‘Es que no comunicamos bien’. Algo de eso hay, a menudo lo he subrayado en mis análisis y nadie dijo nunca que fueran unos águilas en la materia. Pero es evidente que el problema es mucho más de fondo… independientemente de que se critique -y con razón- a Mariano Rajoy y esa la filosofía de la que lleva años impregnando a sus colaboradores y altos cargos de que: ‘Lo importante son los hechos y la gente los acaba percibiendo por sí mismos, no es tan relevante pasarnos la vida contando lo que hacemos y por qué’ (véase el reciente ejemplo catalán). Para comunicar, hay que tener ‘algo-que-comunicar’… y si un Gobierno deja de hacer política y se dedica a una mera gestión de los asuntos públicos, comienza a cojear de manera inmediata. Si además esa gestión empieza a percibirse como mala o desastrosa (véase la reciente crisis por las nevadas en la A6 y la torpe asunción de responsabilidades por parte de dos ministros, Interior y Fomento y un Director General de Tráfico, a medio camino entre la soberbia y el atolondramiento), ese Gobierno está perdido.

Si el PP quiere recuperar el terreno que la siempre volátil demoscopia le da, de momento, como perdido, tiene que recuperar la iniciativa. Volver a hacer política sin complejos -y ello implica no ir a remolque de la agenda de otros, sean los independentistas catalanes sea la oposición de izquierdas- y retornar a la senda de aquella gestión práctica, eficaz e inteligente que le caracterizó en épocas no tan lejanas y que consiguió, por ejemplo, que los ciudadanos percibieran a esta formación como el ‘partido eficacia’, que nos libró de la intervención de nuestras cuentas públicas. Y el primero que debe esforzarse en ser más proactivo con la ciudadanía es Mariano Rajoy. Es obvio que no va a modificar su manejo de los ‘tempos’ ni su forma de entender la política y su propio liderazgo pero no estaría de más que los votantes percibieran a su líder como algo menos… ‘pasivo’.

 

Ciudadanos, una alternativa joven pero preparada: sin lastres, sin hipotecas…
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Ciudadanos ‘se ha hecho mayor’. Ya no es esa formación nacida en Cataluña y cuya única aspiración podía ser el ocupar el espacio que en aquella comunidad había dejado libre un PP superado por la ola ‘nacional-independentista’ pero sin traslación verosímil al conjunto del Estado. Los hombres y mujeres liderados por Albert Rivera -que aspira ya sin complejos a convertirse en el Macron español-  han conseguido ser depositarios y abanderados de la confianza de unas clases medias a las que aún no se les ha olvidado la crisis y que no acaban de ver en el PP una solución viable a sus problemas, sobre todo económicos -que los siguen arrastrando- y que, más bien al contrario, perciben al partido en el poder como un esclerotizado ‘sindicato de intereses’ acomodado en sus prebendas  y refugiado en el presupuesto público, sin afán alguno de regenerar absolutamente nada y sin un proyecto ilusionante para la España que viene tras el 2020. Como en aquella célebre campaña de hace algunos años, los españoles perciben ya a los candidatos ‘naranjas’ como ‘JASP’ jóvenes, sí, aunque ya suficientemente preparados para gobernar. Sensaciones estas que parecen, además, haber calado en el IBEX y en las élites económicas financieras españolas.

Se echa de menos, eso sí, que los de Rivera se impliquen de una forma más emocional… que se crean que son capaces de ganar pero -aunque parezca contradictorio- que se crean lo justo las encuestas. Recuérdese que en la primera convocatoria de Generales en 2016, algunos sondeos les auguraban hasta 70 escaños… que se quedaron en 40. La decepción fue generalizada y más de un dirigente ‘naranja’ tuvo la sensación de que habían sido instrumentalizados en su ‘bisoñez’ por las grandes fuerzas del Sistema y que habían sido alentados de forma algo… artificial. Recomiendo a Rivera y a os suyos que no vuelvan a incurrir en el mismo error.

Los ‘hándicaps’ naranjas
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Hasta aquí las buenas noticias para los ‘naranjas’. Vamos con algún aviso:
Carecen de experiencia de poder y de gestión. Esto no es malo en sí; se cura con el tiempo. Pero ahora muchos perciben como un error aquella decisión -empecinamiento diría yo- de Rivera en 2015 y en 2016 de no querer formar parte de gobiernos municipales, autonómicos y mucho menos del Ejecutivo central. Si no hubiera sido así, tendría hoy muchos más kilómetros recorridos.
Sigue careciendo de estructura territorial e incluso en algunas importantes comunidades, sencillamente, no existe: Euskadi y Galicia, sin ir más lejos. Y una fuerza que aspira ya a dejar de ser ‘muleta’ para ser alternativa, no puede permitirse este lujo.
Hay un tercer inconveniente, aunque hasta ahora haya sido un activo: Ciudadanos sigue siendo percibida como una fuerza en exceso ‘cesarista’, con un hiperliderazgo de Rivera pero sin nadie con su misma entidad a su lado. La eclosión de Inés Arrimadas como una de las cabezas políticas más sólidas, no solo en Cataluña sino a nivel nacional- comienza a mitigar este defecto.

¿Y la izquierda…? Rehaciéndose…
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Para no hacer eterno este artículo, añadiremos unas breves pinceladas sobre Podemos y el PSOE.

Por fin, tras una extraña ‘desaparición’ que ha durado varias semanas, hemos vuelto a ver ‘en carne mortal’ a líder de Podemos, Pablo Iglesias. En su comparecencia de este fin de semana ha reconocido sin ambages el revolcón electoral en Cataluña de su formación y se ha comprometido a mantener, más aún si cabe, la bandera de la izquierda para los más desfavorecidos. Aunque de momento toda su propuesta concreta haya sido recoger una inconcreta propuesta de Pedro Sánchez de subir los impuestos a la banca y a las transacciones financieras. Ir ‘a rebufo’ nunca es bueno en política y aunque es loable el esfuerzo del líder ‘morado’ por intentar fugas de votos de su formación hacia el PSOE, está claro que los de Podemos necesitan con urgencia redefinir su proyecto, sus propuestas y explicar también que modelo de país tienen, ara ser percibidos por igual por sus potenciales electores catalanes o extremeños.

 

Sánchez recupera el pulso
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Pedro Sánchez, por su parte, muestra una evidente intención de dar de nuevo un paso adelante y ahora -no en todas las etapas recientes ha sido percibido así- está dando señales de practicar un serio viraje a la izquierda, con la propuesta antes comentada, y recuperar arte de esos cinco millones de votos que unos ‘jovencitos profesores’ de la Complutense, crecidos al calor del 15-M, le arrebataron hace apenas dos años a la que durante 139 años ha sido siempre la fuerza hegemónica de la izquierda sensata en España. Veremos si lo consigue. De momento, Sánchez, va por buen camino.

 

 

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