Mariano Rajoy: política “a la gallega” contra la crisis catalana
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Había expectación por ver y, sobre todo, por escuchar al presidente del Gobierno, citado en esta ocasión por los Desayunos de Europa Press. Aunque al terminar, algunos manifestaran como en el soneto clásico, “fuese y no hubo nada”. O tal era la opinión de algunos analistas de prestigiosos medios que manifestaban, con más humor, que enfado: “para decir lo de siempre, no se hace madrugar a tanta gente”. Puede. Pero yo, que no soy periodista y trabajo en el lado emocional y en las competencias de liderazgo de los lideres, vengo sosteniendo desde hace mucho que la mayor virtud de Rajoy como líder político es precisamente esta: su previsibilidad… y su paciencia, y su manejo de los tiempos, y su capacidad de rendir por agotamiento al adversario…Un auténtico rey del “catenaccio”. Estilo de juego defensivo que ha llevado los “azzurri” del equipo italiano a ganar cuatro campeonatos mundiales de fútbol…¡que bonitos tiempos pasados! Estilo que Rajoy aplica de forma perfecta a la política.
¿No hubo nada? Yo creo que sí que lo hubo…
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Las que acabo de enumerar, son características, todas ellas y alguna otra, que me han llevado ya a definirle como una suerte de “Andreotti a la española”, ya saben: “el poder desgasta, sobre todo a quién no lo tiene”. Y el jefe del Ejecutivo no deja pasar una sola oportunidad sin dejarlo caer: “cualquier combinación de Gobierno en el futuro Parlament de Cataluña deberá contar con el PP”, en clara advertencia a los crecidos líderes de Ciudadanos, cuyo líder ha tenido el desliz de decir en público que votar al PP (o al PSC) es “tirar el voto a la basura”. Rajoy juega a hacer como que no se entera, pero cuando mete la directa no hay quien le pare: “El voto al PP es útil porque ha servido para evitar una crisis económica de caballo y para que la democracia se defendiera (de la amenaza secesionista)”. Dos a cero, en pocos minutos, en la portería de Ciudadanos. Ya, por extensión, alguien preguntó (una periodista de la Cadena SER) si en función de los resultados del 21-D podría adelantar las elecciones generales: “No sé muy bien que tienen que ver las elecciones catalanas con las generales”. Y no una sino dos veces repitió el presidente que “las legislaturas duran cuatro años y que la siguiente no toca hasta junio de 2020”. Es decir, que se ve con excelente salud. Política y de la otra.
El valor de lo previsible
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Rajoy, como suele ser habitual en él, va de menos a más: había comenzado con una larga exégesis económica, en la que aprovechó para sacar pecho con buenos datos, como por ejemplo que la economía española -a pesar de la desconfianza que pueda haber generado el órdago secesionista catalán- crecerá al menos un 2,5 % de media de aquí al 2020. Los asistentes esperaban el alarde y aguardaban un mayor contenido político, que fue llegando cuando el presidente hiló la necesidad de continuar por esta senda con el inconveniente que supone para las empresas (3000 se han ido ya de Cataluña) la pérdida de confianza y la inseguridad jurídica: “El verdadero peligro es repudiar la ley. Es necesaria la previsibilidad y el disponer de un sistema que nos permita diseñar un proyecto de vida. Sin el derecho, no hay sociedades libres. Solo miedo, zozobra y desconfianza”. Nada que el respetable no haya escuchado a Mariano Rajoy una y mil veces, aunque en estos días tenga más valor porque estamos en plena campaña electoral.
Más gallego que nunca…
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A partir de aquí surgió el coloquio y es en esa parte, como en las réplicas en los debates parlamentarios, donde Rajoy se crece y saca a relucir su fina ironía y su veta gallega: “A esas preguntas de ¿qué haría usted si se produjera esto?… pues le digo que hay que esperar a que se produzcan las cosas (y él preferiría que no se produjeran, claro)” “Gallegadas” con las que el presidente arrancaba las primeras risas del público. “Desconozco que significa la unilateralidad. Pero si es que se van a volver a saltar la ley pues me parece mal, claro…” Alguien, en un intento casi imposible de “liar” al presidente, preguntó si, en el supuesto de una victoria constitucionalista el 21-D, preferiría como president a Iceta o a Arrimadas: “Preferiría a Albiol”, remachaba Rajoy, disparando el enésimo balón desde el centro del área.
Para ese momento, el desayuno estaba ya casi finiquitado y casi todo el pescado, vendido. Profusión de ministros -alguien calificó la cita como una suerte de Consejo de Ministros paralelo- secretarios de Estado, diputados y senadores, altos cargos de la administración y mucha de la gente más importante, de la que de verdad cuenta, del mundo financiero y empresarial que querían oír al presidente del Gobierno en este frío y ventoso lunes madrileño. Yo llegué al Hotel Villa Magna con lluvia y me fui con la misma gélida sensación térmica, pero con un cielo luminoso y completamente despejado. Tal vez porque al final, como diría Rajoy, siempre escampa. Y porque, parafraseando una de las frases que más me gustó de su discurso, “La sociedad española ha demostrado su capacidad en estos últimos 60 años para salir de situaciones casi imposibles”. Una cualidad que también él ha evidenciado en su ya larga trayectoria política. Creo que hay Rajoy… para rato.