UN TAL PUIGDEMONT…
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Y llegó el lunes, víspera de la campaña electoral y el ‘plasmático’ Puigdemont, el virtual Puigdemont, el ‘holográmico’ Puigdemont, ‘resucitó’ y se hizo carne, o algo así, entre los suyos, con todos los respetos por la metáfora elegida. Algún día habrá que estudiar qué extraña conexión emocional sigue existiendo entre este político, con sombras evidentes de antiliderazgo y sus fieles, supuestamente cada vez menos. Las urnas del 21-D serán las que nos aclaren si el predicamento actual de este personaje cada vez más populista y ciudadano de un ‘matrix’ lleno de post-verdades tendrá éxito o lo sacará de forma definitiva de la primera línea política.
Lo cierto es que el expresident, sigue enfermizamente empeñado en presentarse como un ‘presidente en el exilio’, aunque esté cada vez más cerca de una consulta de un psicólogo que de la Plaza de Sant Jaume… un ‘president’ de una república fantasmal, que no existe más que en su imaginación y en la de unos cuantos caraduras, que se han hecho de oro a costa de este engaño masivo y de cientos de miles de gentes que, de buena fe, aún se lo creen y que me merecen y siempre merecerán todo mi respecto. Estoy deseando volver a ver Cataluña y los catalanes como noticia de avances económicos, com emblema de sociedad cosmopolita, como ciudad deseada por todos.
El ‘neopopulista’ Puigdemont
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Un personaje, que sigue envenenando a parte del pueblo de Cataluña con mensajes que le asemejan a la parte más caricaturesca de iluminados xenófobos de extrema derecha como Marine Le Pen o Nigel Farage, mucho mejor vestidos que él, eso sí. Con su raído abrigo, que no parece quitarse ni para dormir, y mal iluminado, «¿Puig…de qué…?» (en expresión de Mariano Rajoy la primera vez que en 2016 oyó hablar de él), y que persiste en exigir al Gobierno central, que lo es por decisión soberana del conjunto del pueblo español y de las Cortes Generales, que ‘saque sus manos de Cataluña’… y que viene a demandar, digan lo que digan las urnas, ser restituido en su puesto junto con el preso preventivo Junqueras como vicepresidente. Muy democrático todo, como se ve.
Muchos agradeceríamos que el exalcalde de Girona tuviera el coraje de venir a defender todo esto a suelo español ‘en-persona-personalmente’- y no virtualmente, como Leia Organa, una princesa de un imperio que ya no existía y que dejaba un mensaje en forma de holograma a su androide, R2-D2, pidiéndole que buscara a Obi Wan Kenobi: «you’re my only hope». No sé quién será el Ben Kenobi de Carles Puigdemont, pero tengo claro que su estrafalaria y algo esquizofrénica aventura tiene las horas contadas. Hay que reconocerle, y ya lo he hecho, que su aventura está llena de astucia y muy bien orquestada a nivel de comunicación y propaganda, pero Cataluña necesita ya un liderazgo claro, sensato y pragmático. Un liderazgo vacío de egoísmo y lleno de vocación de servicio a una ciudadanía fracturada.
Cataluña ‘batasunizada’
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Me preocupa más, y esto no es ninguna broma, algo que llevo advirtiendo en distintos medios desde hace varias semanas: la ‘batasunización’ de la vida política catalana y la adopción de un ‘metalenguaje’ y unos comportamientos que a muchos empiezan a recordarnos a los años de plomo vascos de los 80: la aparición de muñecos ahorcados -con las siglas de partidos políticos democráticos- bajo un puente, la exigencia, sin rubor, de la libertad para unos presuntos ‘presos políticos’, a los que el juez considera como miembros de una ‘organización criminal’ o el acoso a cientos de miles de catalanes que viven en zonas rurales o menos pobladas que las grandes áreas metropolitanas y a los que se está haciendo, literalmente, la vida imposible. No es ninguna broma y, si el Gobierno no persiste en su firmeza contra los golpistas, como me consta que hará, estaríamos a diez minutos del inicio de un largo proceso de depuración o limpieza étnica en Cataluña. La sombra balcánica, ya saben…
«¿Puig…de qué…?», revelaba hace unos días el periodista Jesús Cacho, fue la exclamación de Mariano Rajoy la primera vez que Soraya Sáenz de Santamaría, con información del CNI, desvelaba al presidente el nombre de la persona designada por Artur Mas para ser su títere en el Palau de la Generalitat, tras el veto de la CUP al propio Mas:
– ¿Ese quién es, Soraya?
– Uno que es alcalde de Girona.
Así empezó el último acto de este sainete, que lo sería… si no fuera porque sus tintes son cada vez más trágicos.