PUIGDEMONT: ‘SUSTO O MUERTE’… ‘TRUCO O TRATO’
Elecciones sí o sí. Esa es la única opción que tiene por delante Cataluña, sus siete millones de habitantes, independentistas o no, y a la cabeza de ellos su president, Carles Puigdemont, encerrado en un laberinto del que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez ansían ayudarle a salir… si el exalcalde de Girona se deja, claro está.
La única diferencia estriba en conocer, tal vez el lunes a las nueves de la mañana lo sepamos, quién las convoca, si el president o el Gobierno de la Nación, tras la activación del artículo 155 de la Constitución. Todo dependerá de la respuesta del ‘presidente por accidente’ Puigdemont (recordemos que fue elegido por el Parlament tras el veto de la CUP a Artur Mas, no en las urnas).
La salida menos traumática: que el president ceda.
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Si el jefe del Ejecutivo Regional opta por plegarse a la legalidad y volver a la senda constitucional, debería ser él quien lo hiciera. Lo tiene fácil; le bastará invocar la desafección de la CUP, que abandonará definitivamente el Parlament para echarse a la calle y dejarle en una minoría que le impediría gobernar y aprobar sus próximos presupuestos. Su vicepresidente, Oriol Junqueras, la ‘mano que mece la cuna’ en los últimos actos de esta locura legal y política, se frota las manos. Todas las encuestas presuponen ganadora a ERC, así como también vaticinan el hundimiento del PdCat, aquella antigua y todopoderosa – y hoy ya sabemos también que supuestamente corrupta- CiU, hoy reducida casi a cenizas políticas. Huelga decir que, en este caso, el Gobierno respiraría aliviado y la vía del artículo 155 de la Constitución, decaería.
Si el president no cede: destitución y 155.
Si Puigdemont responde que sí declaró la independencia o, lo más probable, ofrece una contestación ambigua, el Ejecutivo de Rajoy, que cuenta con el pleno apoyo del PSOE, le recordará que tiene un nuevo plazo, en esta ocasión a interpelación ya de la Cámara Alta: hasta el próximo jueves. Solo en el caso de una nueva e insatisfactoria respuesta, el Consejo de Ministros del próximo 20 de octubre, dará luz verde definitiva al ya famoso 155, cuyo primer acto será un pleno extraordinario del Senado a celebrar en la semana del 23 al 27 de octubre. La puesta en marcha de esta solución, inédita hasta ahora en la democracia española, supondría también, en muy pocas semanas, la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas… pero en este caso por parte del Ejecutivo de Rajoy, tras despojar a Puigdemont de sus poderes, siendo el de convocar comicios precisamente uno de los más destacados, como ocurre con cualquier presidente en ejercicio, nacional o regional, en todas las democracias del mundo desarrollado.
Puestos en este escenario, la cuestión se endiabla aún más si cabe: los partidos independentistas, PdCat, ERC y, por supuesto la CUP, podrían optar por no concurrir a estos comicios, de los que en ese caso resultaría un presidente -o presidenta- no independentista, pero con el déficit democrático que supondría el haber sido votado o votada por solo una parte de los catalanes. El mismo déficit que invocan, y con razón, los constitucionalistas para denunciar no solo la ilegalidad sino la falta de representatividad de la pantomima escenificada el pasado 1 de octubre.
Puigdemont en el laberinto.
De la habilidad política de Puigdemont, y solo de ella, depende que la salida a este laberinto sea lo menos dolorosa posible. Hasta la fecha el actual President ha demostrado poca habilidad política, escaso sentido común además de ser fácilmente manipulable por los radicales de la CUP. Que la opción penal, que lamentablemente tendría que discurrir por sí misma en paralelo a la política, no sea de su agrado, también lo suponemos. A nadie en sus cabales puede apetecer el hecho de ser inhabilitado políticamente, multado -como le ha ocurrido a Artur Mas- y con notables posibilidades de acabar muchos años en la cárcel, condenado por delitos de sedición o de rebelión, en el peor de los casos. El president, debe decidir. Lo más inteligente sería que resolviera él mismo disolver la cámara autonómica antes del jueves y convocar elecciones, antes de que el Gobierno central lo haga por él. Después podría retirarse del primer plano -él mismo dijo hace ya tiempo que no se presentaría a unos próximos comicios- y dejarle a otro la ‘patata caliente’.
Cabe aún otra salida más alambicada: que Carles Puigdemont se encastille, conteste de forma ambigua al requerimiento de Rajoy -con lo que tanto la CUP como el Gobierno de España, cada uno por su lado, confrontarán ya abiertamente con él- y se alíe con la marca de Podemos en Cataluña: los once representantes de lo que vino en llamarse ‘Cataluña Sí que es Pot’ que lideraría la alcaldesa de Barcelona Ada Colau.
Esta opción no gusta en Moncloa porque alargaría y ‘encanallaría’ aún más el embrollo y dotaría al president de un tiempo que España y la comunidad catalana ya no pueden permitirse: ruina inminente, destrucción de miles de puestos de trabajo, caída en barrena de los activos inmobiliarios en aquella comunidad, cancelación masiva de reservas turísticas y merma en casi un punto de las expectativas de crecimiento del PIB del Reino de España. Así, de entrada. Europa aún no ha intervenido de forma activa, pero vigila muy de cerca, como pudo entreverse tras las duras palabras de Juncker hace unos días.
Tampoco es una buena opción para Puigdemont porque Podemos es ahora mismo una marca política sometida a ‘nubosidad variable’, por ser suaves y tomando prestada la terminología literaria que acuñara hace décadas la genial Carmen Martín Gaite. Y es que los de Pablo Iglesias no saben ahora mismo ni lo que son: españolistas, autonomistas, independentistas o federalistas… las contradicciones de la propia Colau, que milagrosamente aún no se ha ahogado en las aguas de su indefinición, no serían buenas compañeras para el todavía president. Aunque a estas alturas, a Puigdemont, no parezca quedarle mucha más opción que la del ‘truco o trato’, ya que estamos casi en Halloween, o la del juego infantil de ‘susto o muerte’, entiéndase esta última frase como mera metáfora, por supuesto.