Cataluña: ‘la hora 25’
Aunque la trama de la inmortal novela de Gheorghiou no parezca tener gran cosa que ver con el asunto que nos ocupa, no he podido sustraerme a su evocador título y aplicarlo al momento dramático que se está viviendo, en Cataluña y en el resto de España.
Por hacerlo corto y para quien no la conozca, la obra traza una apasionada defensa de la libertad y de la dignidad del hombre en la que millones de europeos pudieron ver reconocidos, al mismo tiempo, su drama y su esperanza. El libro del genial escritor rumano habla de los sufrimientos de un joven que padece las ocupaciones alemana y soviética antes de que los americanos dieran fin a la Segunda Gran Guerra. El protagonista, un humilde agricultor, es tachado primero de judío, después de nazi -lo que le acarrea horribles torturas a manos de los rusos- hasta que, finalmente, es obligado a alistarse en el ejército norteamericano.
Durante las últimas semanas, hemos asistido a patéticas perversiones de la realidad por unos gobernantes inicuos y egoístas, Puigdemont y sus adláteres, que han manipulado a cientos de miles de ciudadanos hasta tildar a Joan Manuel Serrat de fascista o a considerar como tales precisamente a quienes defendían la democracia y cuestionaban la ilegalidad de ignorar la Constitución y el Estatut en aras de su órdago suicida.
El fracaso de la política
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Si ha habido un momento crucial en la reciente historia de España para hacer política con mayúsculas desde el 23 de febrero de 1981 era, precisamente, este 1 de octubre. Si ha habido un momento en el que la política, como arte de lo posible ha fracasado, ha sido, precisamente, este 1 de octubre de 2017.
La imagen de 10.000 policías y guardias civiles, cumplidores de su deber, que nadie lo olvide, cargando contra ciudadanos engañados por políticos secesionistas y corruptos como los actuales dirigentes autonómicos catalanes, ha sido demoledora, tristísima, durísima… para todos.
La capacidad de comunicación nunca fue, para que nos vamos a engañar, el punto fuerte de este Ejecutivo. Pero este domingo, el Gobierno de España, perdió la batalla del relato. Las cargas policiales, por más que hayan sido proporcionadas, han causado conmoción en toda Europa. La imagen de Moncloa, de Madrid, de España, ha quedado seriamente dañada entre la mayor parte de los líderes europeos y periodistas de medio mundo. Pensar que en el siglo XXI basta, solo con tener la ley de tu parte, e ignorar la importancia de comunicar, de construir un relato evocador, creíble e ilusionante, de forma impecable, es un error garrafal.
Todos los populismos han hecho de crear relatos, aunque sean falsos, una de sus armas más letales. El secesionismo catalán no podía ser de menos. Hoy ha culminado su teatral obra maestra, llena de propaganda e imágenes impactantes, disfrazadas con el demagógico ropaje de un derecho a votar discriminante para la mayoría de los catalanes.
Futuro incierto.
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¿Qué va a ser a partir de mañana de, como mínimo, la mitad de los catalanes que no son independentistas? ¿Quién va a cuidar de ellos? ¿Quién va a velar por sus derechos civiles? Lo que se ha visto este domingo, no ha sido una simple expresión -fuera de la legalidad eso sí- de la ‘libre’ voluntad de un pueblo -de parte de él- de definirse en unas urnas manipuladas y en un referéndum sin garantías legales. Hemos asistido a un consumado intento de rebelión contra un Estado democrático y de Derecho, orquestado minuciosamente por una minoría radical que ahora acaba de anunciar una huelga general. Esto era el ‘Mambo’… y el ‘Mambo’, acaba de empezar.
La ‘batasunización’ de Cataluña está servida. Lo siguiente será señalar las casas de los desafectos, apuntarles con dedos acusadores como ‘malos catalanes’ en sus puestos de trabajo, acosar a sus hijos en los centros educativos… hasta hacerles la vida imposible y conseguir que abandonen Cataluña. Esto ya lo vivimos en los años ochenta en el País Vasco. Y, ante ello… ¿cuál es el plan de Rajoy? ¿Tiene un plan ‘B’? Es más… ¿tiene algún plan?
Rajoy… ¿en babia?
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La comparecencia del domingo por la noche del presidente del Gobierno demuestra, a pesar de ser contundente, que no ha sido muy consciente de lo ocurrido en Cataluña a lo largo de la aciaga jornada. Por supuesto NO ha habido ningún referéndum legal, faltaban las garantías mínimas para que esto ocurriera, pero claro que ha habido referéndum, presidente. Sin censo, cambiando las reglas cuarenta y cinco minutos antes de comenzar el partido, con urnas opacas en forma de contenedores de basura que venían, algunas, ya de casa repletas de papeletas, como se ha visto en las redes sociales y en televisión. Pero las han sacado a la calle. La Policía y la Guardia Civil han hecho lo que han podido y han cumplido con su obligación. Y usted dijo, presidente, que no habría urnas… pero sí ha habido urnas.
Ha conseguido lo que parecía casi imposible; enfadar a buena parte de la izquierda extrema – y no tan extrema- a la que no gusta nunca la imagen de las Fuerzas de Seguridad repartiendo guantazos… y a buena parte de sus votantes de derechas, que ahora le recuerdan que, si hace algunas semanas hubiera aplicado el artículo 155 y un juez del Supremo hubiera ordenado la detención de Puigdemont y Forcadell, nos habríamos ahorrado esas horribles fotos de cargas policiales contra ciudadanos, que han dado la vuelta al mundo y que han dejado una imagen internacional de postración de España.
Un estado, cuando es sólido, no necesita recurrir a la fuerza. Agota mucho antes sus recursos, que son notables. El domingo, España, ofreció al mundo la foto de una tremenda fragilidad.
Estado … ¿de postración?
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¿Qué decir de Puigdemont? Ignacio Gordillo, una de las cabezas jurídicas mejor amuebladas de este país, me decía hace unos días en una entrevista concedida para ‘El Independiente’, que el todavía president tiene notabilísimas posibilidades de acabar entre rejas. Lo merecería, si los jueces así lo estiman. Por incumplir la ley, por encabezar un auténtico intento de Golpe al Estado y por arrastrar a sus gobernados, nada menos que siete millones de personas, al abismo de la ilegalidad, de la marginalidad y de una ruptura de la convivencia que, en el mejor de los casos, tardará décadas en recuperarse.
Una doble salida.
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Ahora solo caben dos opciones. Una, la política, que en mi opinión debería haberse adoptado ya hace tiempo con una negociación por parte de interlocutores españoles por ambos lados que tendrán que escogerse con criterio y evitando los que ya están quemados. O dos, la confrontación abierta y suicida, con las Fuerzas de Seguridad del Estado obligadas a quedarse mucho tiempo en Cataluña -porque las provocaciones serán mayores cada día- y con unos dirigentes independentistas cada vez más crecidos. En esa tesitura, que es la que me temo, Rajoy se verá obligado a intervenir ya la autonomía. Cuanto más tarde en hacerlo será peor.
Sospecho que las cosas irán, de momento, por este último camino. Espero que al menos Rajoy, al que no resto ni un ápice de mérito porque pocos gobernantes llegan a encontrarse en una tesitura tan delicada, escuche las voces sensatas de un Pedro Sánchez, que, a pesar de las diferencias ideológicas, se ha puesto al servicio del Ejecutivo enfatizando el respeto absoluto de la primera fuerza de la oposición al Estado de Derecho y a la integridad territorial de España y de un Albert Rivera, que tiene ante sí la gran oportunidad de confirmar su papel de líder fuerte, liberal y con gran sentido de estado. Un líder -enfatizo sus extraordinarias cualidades de liderazgo- joven, catalán, con un pasado limpio y que puede y debe ser la gran esperanza blanca para una gran mayoría de españoles a muy corto plazo.
Rivera cuajó en la noche del domingo una de sus mejores intervenciones públicas, hablando desde el corazón, desde la emoción y también desde la más elevada y depurada política. Esperemos que tenga los arrestos, la inteligencia y, sobre todo, la ambición necesaria para convertirse a muy corto plazo en una alternativa, para Cataluña y para España. Sánchez y Rivera se han puesto al lado del presidente del Gobierno arropándole en su momento más duro y aislando de forma total la beligerante, mezquina e irresponsable guerra de Puigdemont y su pandilla de matones de la democracia. El president comparecía el propio domingo, 1-O, a las 22.30 de la noche, declarando que: “Los ciudadanos de Cataluña nos hemos ganado el derecho a tener un Estado independiente que se constituya en forma de República”, y anunció que en los próximos días trasladará al Parlament los resultados de la consulta para que actúe como previsto por la ley del referéndum.
Gracias por tu mirada realista, amplia y aún así con espíritu positivo sobre la situación y sobre las figuras encargadas, desde España, de intentar resolverla.
Gracias Pablo por leerme y por tus palabras
Sencillamente, impresionante, nadie lo ha explicado mejor.
Enhorabuena
Gracias Juanjo por tus palabras
Suscribo tus palabras de la primera a la ultima.
Gracias Pippo