17 S – LA POST VERDAD NACIONAL -INDIPENDENTISTA

Cataluña 17 S: La post-verdad independentista
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La antidemocrática locura secesionista catalana no deja de sorprendernos. A mí al menos, así me ocurre. Cada día que pasa, nos vemos sobrepasados por nuevos conceptos jurídico-políticos que, nunca antes, habíamos escuchado. Una especie de nuevo diccionario de la post-verdad indipendentista.
Lo último en el discurso ‘nacional-independentista’, es la tesis de que no se puede citar -e ‘investigar’, o en terminología antigua imputar- a más de 700 personas. No soy lego en derecho y tampoco en materia política y por eso me preocupa que se hayan producido cambios en el Código Penal en los últimos meses… ¡de los que yo no haya tenido noticia! ¿Qué es esto de que el número sea considerado un atenuante penal? Sin ánimo de comparar, en la historia se ha juzgado a decenas, miles de criminales de guerra sin tener en cuenta cuántos eran.

Heroicos alcaldes
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El PSOE está destacando en estas últimas jornadas, y hace bien, el orgullo que supone que sus ciento veintidós alcaldes estén resistiendo las presiones filofascistas de quienes les conminan -y amenazan- a que escuchen la ‘voz del pueblo’- e incumplan la legalidad vigente, que no es otra que la emanada de las Cortes Generales de España. Esta situación de acoso colectivo recuerda ya el ambiente irrespirable de la Euskadi de los años ochenta y noventa. Allí había una asfixiante presión política… y pistolas que la respaldaban. Aquí no hay una banda terrorista activa, pero las actitudes, sobre todo de partidos como la CUP, instalados en la rebeldía antisistémica, recuerdan mucho a las de su admirada izquierda aberztale. Presencias en Cataluña durante estos compases previos al 1-0, como las de Arnaldo Otegui, condenado a diez años de cárcel como dirigente de ETA por la Audiencia Nacional, producen escalofríos. Yerra el PSOE, eso sí, a la hora de intentar seguir manteniendo una equidistancia ya imposible. ¿Qué es eso de que la situación en Cataluña se arregla con más diálogo y más autogobierno? ¿Más diálogo sobre qué? Cuando una de las dos partes impone un trágala, arrogándose una representación del ‘pueblo’ de la que carecen -en todo caso y como mucho de la mitad del mismo- ese diálogo parece, a todas luces, imposible. Por lo menos en este momento.

No hay dudas de que después de 1-O, todos habrán de sentarse a buscar una solución. Pero, a día de hoy, es más que evidente que el diálogo con los independentistas es imposible. Porque este ‘espectáculo’, no es más que eso: un montaje organizado por ellos, por los independentistas.

 

Fisura irreparable… trampa antidemocrática

Con todo, una de las vertientes de mayor gravedad de todo este asunto, es la división establecida, no ya en la sociedad catalana sino -aunque parezca increíble- en parte de la española. Existe en este momento un cierto sector, identificado casi en su totalidad con la extrema izquierda, que siguiendo el absurdo discurso de, entre otros, Ada Colau, se manifiesta no soberanista, pero defiende el derecho a votar y a decidir -aunque sea para decidir que no- de todos los catalanes… ¿todos? O están muy ciegos o son tan sectarios como los nacional-independentistas. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que los únicos que defienden seriamente esa consulta son los que quieren votar SÍ a la secesión. Tal vez, con suerte, un millón y medio de ciudadanos que viven en aquella comunidad. El resto del cuerpo electoral ni se molestará en participar en una farsa que además es ilegal. Es particularmente interesante la exégesis hecha hace algunos días por la politóloga Irene Montero, diferenciando el independentismo, que aboga por la secesión, del ‘soberanismo’ que, según esta diputada de Podemos, respondería tan solo a un desarrollo teórico de la idea del derecho a pronunciarse en las urnas. Es la segunda innovación a la ciencia jurídica que comparto con ustedes en este artículo y que, sin duda, revolucionará los manuales de Derecho Político y de Teoría del Estado de las próximas décadas. Escribo todo esto desde la más absoluta ironía, por si alguien aún lo ha llegado a dudar.
Pero a más a más, como dice el profesor y eurodiputado de ALDE, Enrique Calvet: «Hemos pasado del nacionalismo cultural, sensato, al soberanismo medieval, identitario… a la existencia de un ‘pueblo’ soberano… terrorífico. Como en los buenos tiempos de la raza aria” sigue diciendo el profesor Calvet, que remata añadiendo que “solo queda por definir qué es ‘el pueblo’ catalán, vasco, murciano… o chamberilero… no vaya a ser que sea posible crear odio solo hacia el que está cinco kilómetros más allá…»  Suscribo de la cruz a la firma. Alguien tan poco sospechoso de ser de derechas -y mucho menos heredero del franquismo- como Abert Boadella, ha vuelto a alertar contra quienes quieren dividir y elevar los privilegios de una minoría -Cataluña en este caso- frente a otras comunidades menos favorecidas del Estado español. Porque esta es la única y última razón, no se engañen: ‘la pela es la pela’ y, lo demás, apelaciones fantasmales a una suerte de ‘Volkgeist’ catalán en el que la mayoría no creen. Pura farfolla para justificar la nueva república… ¡del tres por ciento!
Hoy me ha emocionado un manifesto que han firmado mil entre artistas e intelectuales que se definen de izquierda contra la participación en el referéndum del 1 de octubre, al considerarlo una «estafa antidemocrática» y una convocatoria «tramposa» opuesta al «ejercicio de libre decisión del pueblo de Cataluña».

Respuesta proporcional, pero firme y necesariamente contundente

Así las cosas, al Estado, con su inmenso potencial, no le hacen falta tanques por la Diagonal. Le basta con la aplicación estricta de la legalidad vigente… ¡con todo su poder! No simpatizo con las tesis de quienes se lamentan de que el Gobierno haya dejado todo en manos de los Tribunales y haya renunciado -dicen que por cobardía o dejadez- a hacer política. ¿Acaso cumplir y hacer cumplir la ley no es una forma de hacer política? ¿Qué broma es esta? Sí creo en cambio que, si en 2014, los ‘nacional-independentistas’ hubieran observado en el Ejecutivo de Rajoy y en la Fiscalía una firmeza comparable a la que ahora les está dividiendo y haciendo dudar, nos hubiéramos ahorrado esta película de terror que está poniendo a España ante el desafío golpista más brutal vivido en democracia desde el 23 de febrero y, de paso, ante los ojos de una atónita comunidad internacional que asiste con perplejidad a cómo la nación más antigua de Europa duda de su integridad territorial y de su propia esencia nacional. La solución está en una reforma de la constitución pero por el momento hay que solucionar un conflicto que nos dará más días de boxeo entre nacional-indipendentista y el resto de España.

 

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