LA SOLEDAD MATÓ A MIGUEL BLESA
He tardado unos días en decidirme a escribir sobre el -ya confirmado- suicidio de Miguel Blesa. Se han vertido ya ríos de tinta en la prensa de todos los colores: salmón, amarilla, rosa, negra, morada… roja. Se han vomitado toneladas de bilis a través de las redes sociales, convertidas en el retrete preferido por la psicopatía nacional. Hoy, ¿teníamos acaso dudas?, ya sabemos que ni la muerte es sinónimo de descanso -o de tregua al menos- en la ávida telaraña digital.
Han sido días intensísimos, en los que se ha hablado casi de forma exclusiva de un personaje, de un líder, que tal vez nunca debiera haber llegado a serlo. Del Presidente de una Caja de Ahorros que carecía del Curriculum Vitae necesario para ostentar tan responsabilidad. Y cuando me refiero a su CV -selecciono y entreno directivos desde hace venticinco años, sé bien de lo que hablo- no pienso exclusivamente en su preparación y experiencia profesional, en sus competencias, sino también en la falta de la arquitectura emocional necesaria para llegar a ser uno de los hombres más poderosos de las finanzas ibéricas. Un rol al que accedió por la exclusiva razón de ser íntimo amigo, nada más y nada menos, que del Presidente del Gobierno, José María Aznar López -por protocolo es sabido que conservan el rango hasta que se mueran, como Zapatero o González- uno de los grandes ausentes en el funeral del expresidente de Caja Madrid.
‘Un señor de Jaén que pasó, de Inspector de Hacienda’ a presidente de un Banco.
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Érase una vez un digno y anónimo funcionario de provincias, natural de la encantadora localidad jienense de Linares, con una igualmente digna y anónima carrera como Inspector de Hacienda, que se convierte en el flamante y todopoderoso Presidente de la cuarta entidad bancaria de España. A partir de ese momento, todo se convierte en vino y rosas en su vida: invitaciones a todo tipo de eventos y mano tendida a formar parte del ‘buen Madrid’ y de lo más granado de la sociedad: fiestas, bodas, dinero, guardaespaldas, coches de lujo, cenas en las más exclusivas mesas, viajes a Florida… y él, pobre incauto, se lo creyó. Ignoraba, como todos los que no somos ricos de cuna ni nos ‘adorna’ un apellido compuesto, que esas gentes solo te admiten por tres razones: si te necesitan porque pueden utilizarte, si les diviertes porque estás de moda, o si no les queda más remedio porque cuentas con padrinos poderosos. Cuando caes, te desechan, como un ‘kleenex’. Un poderoso y conocido exbanquero de finales de los ochenta lo definía con implacable precisión: ‘Todo el mundo pasó de perder el trasero por saludarme en ‘Horcher’ o en ‘Zalacaín’, o siquiera cruzar un instante sus ojos, a modo de fugaz saludo, con los míos, a mirarme como a una cucaracha. Es una experiencia tremenda… humanamente terrible”. Salvando las distancias, fue lo que sin duda experimentó Miguel Blesa de La Parra en estos últimos dos años.
No me cabe duda de que, durante sus primeros ‘años de gloria’, debió sentirse el ‘puto amo’ del mundo. Todos aquellos absurdos millonarios -muchos lo son ya solo en deudas- de las famosas ‘cien familias’, políticos de nuevo cuño venidos a más, empresarios de éxito o nobles arruinados que, a día de hoy viven – ya en tercera generación- de dar ‘sablazos’, financieros y de los otros, para quienes hasta cinco minutos antes de tu ascensión a los cielos resultabas invisible, anodino, un ‘don nadie’, comienzan a hacerte la pelota de la forma más rastrera y descarada. Te llama… ¡hasta el Rey!, una semana si y otra también, ministros con quienes despachas cuando quieres, ‘la creme de la creme’ de la sociedad está a tus plantas.
Tienes que aprender -a partir de los cuarenta, lo cual no deja de ser un inconveniente porque este tipo de ‘ricos de cuna’ siempre lo detecta cruelmente desde el ‘minuto cero’- a jugar al golf, a cazar… y a comportarte como quien se siente ‘lo más’. Esto último es lo más sencillo. Vanitas vanitatis. Fama, poder y dinero entran de lleno hasta en la médula de tus huesos y lo que es peor, de tu alma. Y te convierten en una persona importante… MUCHO.
‘Heredas’ una Caja y pasas a sentirte uno más entre los grandes nombres del IBEX.
Heredas también indecentes prácticas empresariales y bancarias o las pones en circulación, como las ‘black’… heredas un mundo que no es solo de oro molido sino que alberga también una ingente cantidad de inmundicia y basura moral, estiércol emocional y relaciones sociales basadas exclusivamente en el interés más impúdico.
Tu falta de experiencia, también para sentirte el ‘puto amo’, que no deja de ser otro arte de notable complejidad, te lleva a poner en marcha o continuar, como acabo de decir, con prácticas que hunden en la miseria a millones de personas, engañando a miles de pequeños ahorradores, desgraciados y atrapados por productos financieros que ni entienden. Mucha gente, demasiada se hunde, se arruina y se queda sin un ‘puto duro’… también por tu culpa.
Del cielo al infierno en vida…
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Las preferentes llevaron a Blesa al abismo y abrieron para él un ‘Vía Crucis’ legal paralelo al de cientos de miles de ciudadanos anónimos, destrozados por la crisis y por la insaciable avaricia de bancos como el que presidía. Porque esa fue la primera perversión: poner a funcionar a las Cajas como Bancos. Y de eso no tuvo la culpa Blesa sino una legión de políticos del PSOE y del PP, algunos incluso de IU, que convirtieron estas entidades financieras en el ‘cajero automático’ particular de los sátrapas de algunas Comunidades Autónomas.
Y así, desde el paraíso, llegas al infierno… sin pasar por el purgatorio. Y como en ‘La Divina Comedia’, abandonas toda esperanza. Ya nadie te ‘hace la rosca’ por las calles ni en los eventos sociales, tu teléfono deja de sonar y nadie te invita ya a fiesta alguna. Dejas de salir casa por vergüenza. Los medios, ayer lisonjeros y hoy carroñeros, ya no hablan tan bien de ti. Es más, empiezan a hablar muy mal. Y como eres un personaje público y como tal todos tienen derecho a opinar de ti y de tu fracaso, de tu caída, de tus -de momento- presuntos delitos, todos se sienten con derecho a despedazarte en las redes.
Tu vida se derrumba, como un castillo de naipes.
Te quedas solo. Tú, tu familia y tus cuatro amigos de toda la vida. Todo el mundo te deja solo, ya no eres nadie. VUELVES A NO SER NADIE.
… hasta llegar al suicidio
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Blesa NO será ni el primero ni el último de un largo listado de financieros y empresarios que llegan a la cumbre y luego caen en el olvido o, aún peor, se quitan la vida por haber caído en los voraces tentáculos de la corrupción o de las peores practicas. Miguel Blesa, el amigo de Aznar, el expresidente de Bankia, es de momento el último de entre los muchos financieros que han optado por suicidarse.
No seré yo quien me atreva a opinar, y mucho menos emitir un juicio, acerca de su decisión de suicidarse. Cuando alguien elige una salida tan extrema es imposible ni tan siquiera aproximarse a lo que haya podido pasar por su cabeza. Si afirmo que me parecen impresentables todos aquellos que, una vez más, echan la culpa a los medios de comunicación, a las redes sociales o incluso a algún partido político. ¡Sencillamente patético!
Si a alguien se le puede achacar alguna culpa sería a sus ex amigos. A todos esos rastreros pelotas que le condujeron a tan frágil triunfo y trono. Decenas, miles de hipócritas que le llaman para pedirle favores o lamerle el trasero. En su casa, el día de su muerte, fueron muy pocas las personas que acudieron a consolar a su mujer. Señal más que evidente que el poder, la fama y el dinero, son efímeros… como efímera es ese artificial afecto de tanta y tanta gente que ‘te quiere’, pero solo cuando estás en la cumbre.
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Real, real. No hay nada más que añadir. Saludos.