MACRON APLASTA A LE PEN: EUROPA, RESPIRA ALIVIADA

‘Macron aplasta a Le Pen: Europa, respira aliviada’

El peligro ha sido conjurado. Aunque todos los pronósticos apuntaban a una victoria de Emmanuel Macron como más que probable, habida cuenta del apoyo volcado en él por todo el resto de candidatos salvo el comunista Mélenchon, Europa ha contenido el aliento hasta el cierre de los colegios electorales en toda Francia. No fuera a ser que… que ya se sabe que las urnas a veces las carga el diablo. Aunque sean la encarnación del mejor sistema de entre todos los posibles.

Macron: el candidato que más se parecía a los franceses.

Macron ha ganado por varias razones. Todas ya sobradamente conocidas, valoradas, y analizadas. No vamos a incidir por tanto ya más en ellas. Si acaso, destacaremos que Macron -y no Le Pen- era el candidato que más se parecía a los franceses. Al menos a una gran mayoría de ellos. Esta es la realidad. Las profecías filofascistas de la catástrofe y las promesas de soluciones simples -aunque en pura mercadotecnia electoral excelentemente elaboradas- han encontrado eco en amplias capas de la sociedad gala. Pero no en las suficientes. Una porción no desdeñable de ciudadanos cabreados, desengañados y hartos que, como los votantes de Donald Trump, estaban dispuestos a ciscarse en todo a cambio de castigar a los políticos ‘tradicionales’… aunque el producto de su deposición fuera el de llevarse por delante el Sistema, con ‘S’ mayúscula, mismo. La burda maniobra del ‘Macronleaks’ -tiempo habrá para investigar, depurar y castigar responsabilidades- lejos de restar apoyos a Macron y arrojar zonas de sombra sobre su honorabilidad, le ha apuntalado. Es de manual: ante la duda, el grueso de la tropa ciudadana tiende a ponerse de parte de la víctima. Las calumnias, las campañas de descrédito orquestadas, o se construyen muy bien, o se vuelven contra quienes las fabrican. No es, a pesar de todo, una victoria completamente dulce. Un tercio de los franceses le ha negado el apoyo. Y otros, claro está, le eligieron como mal menor… como muro de contención frente al fascismo. Más dudas de futuro, si cabe, añaden los más de cuatro millones de votos nulos o en blanco y de un veinticinco por ciento de abstención. Un porcentaje no visto desde 1969.

El francés es pueblo viejo y sabio. Y es, mayoritariamente europeísta. Hoy se ha vuelto a evidenciar. Saben los franceses que, una Unión Europea sin el Reino Unido será difícil, más compleja y muy diferente de la actual. Pero será. Una Unión sin Francia, sencillamente, no sería nunca.

Lo siguiente por determinar es qué futuro inmediato aguarda al vencedor de cara a las legislativas de junio. No cabe duda de que tiene el respaldo suficiente para acometer reformas de calado. Esa, es su fuerza. Su debilidad, que carece de partido. Tiene dos opciones. La primera, construirlo a toda velocidad, en una suerte de remedo de lo que en España se hizo en 1976 con la fenecida Unión de Centro Democrático, una formación que más que un partido era un conglomerado electoral destinado a proyectar la figura de Adolfo Suárez como gran reformista. Hay una segunda opción que es pactar con la derecha moderada y conseguir un mínimo respaldo parlamentario -o al menos una no beligerancia- que le permita gobernar. Así de simple.

¿Muerte política de Marine Le Pen? El tiempo lo dira…

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La perdedora se ha apresurado a reconocer su derrota. Tiempo tendrá también ahora para digerir como, tras una campaña tan bien delineada por sus expertos asesores y un discurso que podrían haber ‘comprado’ algunos millones más de franceses -no precisamente sospechosos de simpatizar con sus ideas extremistas- pudo tropezar de manera tan burda en el debate del pasado miércoles. Sus insultantes alusiones personales a Macron terminaron por dar al ya vencedor el impulso que necesitaba. Le Pen ha anunciado que creará una nueva fuerza política para superar la ‘marca’, ya periclitada, del rancio Frente Nacional. La maniobra no nos resulta desconocida.

Los partidos devorados por los escándalos de corrupción o castigados por severos fracasos electorales tienen a cambiar de nombre… aunque sigan siendo exactamente lo mismo. De entrada, la tercera hija y heredera política de Jean Marie Le Pen, con quien hace años que no se habla, anuncia -¡qué ‘sorpresa’!- que la vieja dicotomía izquierda-derecha, ha quedado superada. Y que ahora la batalla se dirime entre los ‘antiguos globalistas’ y los ‘nuevos esencialistas’, defensores de lo propio y temerosos de lo ajeno. Casi simultáneamente, un Macron, consciente de ser depositario a partes iguales del voto de la ilusión pero también del miedo y de la angustia, declaraba solemnemente: ‘haré todo lo posible para que, de aquí a cinco años, los franceses no tengan ninguna razón para volver a votar por los extremos’.

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Una declaración de intenciones que aplauden ya todos los partidos tradicionales europeos, asombrados y asustados por populistas y extremistas de derecha e izquierda. Macron llega como salvador de Europa y como auténtico chaleco salvavidas de las élites del poder político y económico.

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